Nacionalismo
El calendario rajoyista
La estrategia llevaba planificada en La Moncloa desde abril, desde hace medio año largo, ante la hipótesis de aplicar el 155. Rajoy ha cogido las riendas de la situación en Cataluña cuando tocaba hacerlo, precipitando el esperpéntico estertor de Puigdemont. A ello ha contribuido la sorpresa de la convocatoria de elecciones. Una conmoción en el independentismo. Golpe que sorprendió no solamente a los secesionistas, sino a los propios miembros del Consejo de Ministros, a quienes Rajoy cambió el guión ese viernes. «Mi ministro se enteró allí mismo», reconocía un jefe de gabinete. El gesto del presidente no sólo provocó la adhesión de los populares, sino que aspira a tener efectos positivos en la moral de todos los constitucionalistas y en sus expectativas electorales. «Hay una rápida transmisión entre la toma del control del Gobierno y la movilización de los ciudadanos unidos por la democracia del 78», aventuran desde el entorno presidencial tras oír las predicciones de quienes escrutan las vísceras de la opinión pública. “«sta vez nadie se quedará en casa», repiten.
En esta crisis catalana el PP ha vivido varias etapas: la del desconcierto y el silencio, la del nerviosismo y el reproche, y ahora toca la de las soluciones y los aplausos. Cierto: no podía haber salido mejor. Y a las imágenes surrealistas que ofrecen los independentistas me remito. No abrigo la menor duda de que sus móviles zumbaron todos a la vez con mensajes altisonantes ante el anuncio de la cita con las urnas. Más de uno también se quedó sin palabras. Me consta. Y, a partir de ese momento, el 21D ha sobrevolado cada uno de sus erráticos pasos. La decisión de Rajoy ha sido audaz. También arriesgada. Tiene poco tiempo. Pero es evidente que, de momento, la nonata declaración de independencia ha pasado, literalmente, a un segundo plano, porque el Gobierno ha purgado a los responsables de la insumisión con su propia medicina. Hablaban de urnas una y otra vez y se les ha respondido con la ley y con urnas de verdad. De ahí que el drama catalán vaya camino de la desbandada de aquellos independentistas decididos a morir envueltos en la melancolía. Porque la sombra de su «odiado Rajoy» ha marchitado sus ánimos. Una simple fecha ha hundido su programa. Eso sí, una fecha que ha sido una flecha al corazón de quienes vivieron unas horas en la ficción de la República catalana.
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