Toni Bolaño
El camarote de los «hermanos Mas»
El cambio de estrategia de Artur Mas ha pillado al personal con el paso cambiado. En el mundo nacionalista cada día que pasa la fractura es más evidente. Por un lado, están los que ya no tienen prisa por convocar la consulta a la espera que las negociaciones con el Gobierno de Rajoy y, sobre todo, a la espera que la tormenta económica amaine. O lo que es lo mismo, los que reclaman prudencia no sea que los recortes se lleven todas las veleidades independentistas por delante. Las voces nacionalistas que se están resituando bajo este epígrafe se multiplican en los últimos días. Las hay en Unió, también en Convergència. No son las únicas en este cambio de tercio nacionalista. La última voz en sumarse ha sido Òmnium Cultural.
Su presidenta, Muriel Casals, ha dicho que «entendería que hubiera circunstancias políticas que hicieran modificar el calendario». Sus palabras no han sentado nada bien. Òmnium la ha matizado afirmando que ha sido malinterpretada. Peregrino argumento, sin duda. Casals ha evidenciado la ruptura en el mundo nacionalista. Los otros han sacado las uñas exigiendo no parar en el proceso. Mantener el referéndum en 2014 aunque no le harían ascos a adelantarlo a 2013.
En este camarote de los «hermanos Mas» el Parlament viento en popa a toda vela tramita la Ley de Consultas. Tantos esfuerzos en la transición nacional impiden, por ejemplo, celebrar una cumbre social. No importa que el propio Parlament haya votado que la consulta sobre la independencia debe estar consensuada con el Estado. La Ley de Consultas servirá para otras cosas pero no para la madre de todas las consultas.
ERC, por su parte, intenta capitalizar el desasosiego reinante en el perplejo nacionalismo. Junqueras pone condiciones a su colaboración estrecha. O sea, a gobernar. Pregunta clara y fecha concreta. Su pacto con Mas, firmado con luz y taquígrafos, hace tres meses es papel mojado. Además, el líder republicano se hace de nuevas con los recortes. Culpa de todo a Madrid, pide una Cataluña fuera del euro –¡ay Dios!– y se resiste a aprobar unos presupuestos que no serán populares. En esta tesitura, no es de extrañar que muchos dirigentes de CiU quieran poner tierra de por medio y hablen de deslealtad. Se imaginan que al final Mas –con pocas posibilidades de pactar con el PSC– vuelva a mirar a los populares. Para este viaje hace falta un camarote pero no tantas alforjas.
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