Alfonso Merlos

El campeón y el liante

¿Quién duda de que el mundo de la corrupción es un pañuelo? Quizá –o quizá no– porque son pocos los políticos que se pervierten mientras mandan y pocos los empresarios de presunto postín dispuestos a entregarse a prácticas de horma indiscutiblemente mafiosa. El hecho es que la exclusiva que hoy revela LA RAZÓN hace descender a Oriol de su principesco pedestal para situarle, en el mejor de los casos, a la altura de un vulgar y peligroso liante, de alguien vocacionalmente constituido para enmarañar las cosas con argucias y engaños. En el peor de los casos, y tirando de largo por elevación, tenemos que pensar que se ha erigido en la piedra de toque de una vasta red de tráfico de influencias que trasciende los chanchullos perpetrados al abrigo de las ITV. Es imperdonable por su descendencia, su ascendencia y su peso en el parasitario y depredador «establishment» separatista catalán. Pero más aberrante es la irrupción del señor Blanco tirado del ronzal por sus presuntos negociantes de cabecera: Dorribo, el hombre que sólo se subía al coche del ministro si pagaba y si obtenía a cambio lo que pedía; y Orozco, el galleguísimo que susurraba lo bueno que era tener a un amigo en el gobierno. Estamos ante un cruce de hechos de naturaleza delictiva tan grave que ahora se entiende todo. De un lado, que el otrora factótum de Ferraz se aferre a un escaño como un simple burladero para no ser corneado por ningún miura de la Justicia ordinaria. De otro, que el más sagaz vástago del clan Pujol se haya envuelto en la bandera del Estat Català para tapar su impotencia y sus miserias. Y es que señores, proceder de esta manera es más fácil que crear empleo o combatir la corrupción, lo que tendría que haber hecho esta pareja de ases. ¡¿O no?!