Rosetta Forner
El chico «Nell»
E n un mundo tan regularizado, le queda poco espacio a la libertad individual. En USA los servicios sociales recolocan niños pensando en su bien, aunque éste no coincida con el del niño. La Ley puede ser legal, pero eso no quiere decir que sea justa o ética. Vivimos entre normas y leyes, a veces, nos hacen un bien, pero al no ser perfectas -puesto que las dicta el hombre-, cuando se da un caso de excepcionalidad, o «poco habitual», cuando alguien decide ir por libre, y la Ley no contempla su caso, ésta puede caérsele encima y no para protegerlo. ¿Hacen bien o mal unos padres al no inscribir a sus hijos ni escolarizarlos? Dejar a un niño sin armas para defenderse en un mundo donde el saber nos permite labrarnos un medio de vida, y contribuir a que el mundo sea un lugar mejor, no parece la mejor opción para ese niño (así lo refleja la película «Nell», protagonizada por Jodie Foster). En un mundo regido por «El Gran Hermano», el no estar registrados en sitio alguno podría ser el colmo de la libertad. Huir del control sería una utopía que no es incompatible con la escolarización y la fomentación de individuos cultivados, instruidos, informados y acostumbrados a pensar y a razonar por sí mismos. La época «hippy» soñó con un mundo sin guerras, sin fronteras, sin pasaportes, sin desigualdades. Un mundo, en definitiva, tal y como era al principio. Actualmente, la modernidad deja poco espacio a la improvisación individual. ¿Dónde empieza y donde termina nuestra libertad? ¿Nos hemos planteado los pros y los contras de un Estado que nos regula hasta el respirar? Quizá si la gente fuese capaz de cuidar más y mejor de sí misma, y amase la responsabilidad personal, el Estado no habría ganado tanto terreno en favor del control del individuo y en detrimento de la libertad personal. Cuidar bien de los hijos no sólo consiste en alimentarlos, sino en procurar que la Ley les complique la vida lo menos posible. Como todo en la vida, ser legal tiene sus ventajas.
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