Toni Bolaño
El clavo ardiendo
El presidente de la Generalitat ha comparecido para sacar pecho. En 2014 se la juega y está dispuesto a recuperar la iniciativa. Para ello, no ha dudado en rodearse de autobombo y mirarse al ombligo para reafirmar su hoja de ruta, presumir de la fortaleza de su gobierno y adjudicarse la mejora de la macroeconomía. Tampoco le han dolido prendas al decir que la reducción del paro es mérito suyo. Para no enturbiarlo, no ha entrado en detalles sobre el aumento de los contratos temporales, de la reducción de salarios, del abandono de las listas de desempleo por los que tiran la toalla o por los que se buscan la vida allende de nuestras fronteras.
Por si fuera poco, no ha dudado en afirmar que los presupuestos para 2014 tienen un fuerte acento social y ha anunciado que no habrá recortes. Se ha olvidado que los presupuestos de este año consolidan los recortes ocultos durante 2013, que aumentan los impuestos, que suben las tasas existentes y se crean de nuevas. En conclusión, ha obviado que en este 2014 los catalanes seremos más pobres. Por cierto, ni una referencia a la venta del patrimonio ni a la privatización de empresas.
Según sus propias palabras, 2014 anuncia un cambio de rasante que augura más claros que nieblas –el padre de los símiles utilizados por Mas debería dedicarse a otra cosa porque esto no es lo suyo– y nos ha comunicado que piensa tirar sólo del carro del gobierno de la Generalitat.
Después de meses implorando que ERC entre en el ejecutivo ahora nos dice lo contrario. En un triple salto mortal, ahora cuenta que el gobierno es estable y fuerte. Una excusa de mal pagador ante lo que es una negativa en toda regla de ERC. El silencio de Mas sobre la lista única soberanista en las próximas europeas, para evitar la visualización de una derrota, hace prever que no cosechará más que calabazas de los republicanos.
Unas calabazas que van más allá de las fronteras. El presidente de la Generalitat ha tratado de disimular el ruidoso silencio obtenido por la misiva que pretendía «internacionalizar la consulta». Le ha puesto sordina.
Para paliar su pobre balance, Mas se aferra a su particular clavo ardiendo: la consulta. La convocará sí o sí «dentro del marco legal» aunque al margen de la reacción del estado. Mas, cercado por las circunstancias, empieza a hablar de consulta ilegal. Sin garantías y sin censo. Eso no es democracia. Es una chanza. Al final se va a quemar.
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