Ahora Madrid

El colillómetro

La Razón
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A Manuela Carmena le gustan las «cosas de chicas», quedar con Ada Colau para una fiesta del pijama, o exhibirse haciendo el ridículo votando en el colillómetro. Esa será la madre de todas las encuestas. La voz del pueblo que echa humo. Habría que ver si hay más fumadores entre los seguidores del Real Madrid o del Atlético. Pero a la vista de cómo se realizan y utilizan las consultas populares, eso es lo de menos. Lo importante son las bases, participar, y que nos traten como a los críos que no recogen su ropa del cuarto de baño. Si Madrid fumase en pipa, más allá del sentido figurado, no tendríamos estos problemas.

Lo bueno de los nuevos Ayuntamientos es que da qué hablar y de qué escribir. A falta de soluciones, están esas ocurrencias que mantienen viva la función del circo, unos payasos que entretienen mientras llegan los trapecistas y los tragadores de sables que llevan ya un año de retraso. Eran cabeza de cartel hoy desaparecidos entre cabalgatas de reyes, negativas urbanísticas, titiriteros, asaltacapillas, festines «okupas» y rutas por un Madrid sucio y orinado. El único intento de la transmigración de las almas en cuerpos fue el de las cacas de perro y el acoso a los toros. Los animales serán los amos. Ríanse de «El planeta de los simios». Hemos dejado el Ayuntamiento en manos de un equipo que se excusa en que no está preparado, como si eso no fuera ya razón suficiente para su autoinhabilitación inmediata. Eso que llaman dimisión.

Echan a patadas a Pérez de la Fuente del Teatro Español en una demostración de que, en cuanto a Cultura, no le da lecciones Millán Astray, a mí la famélica legión de actores que cuando se cerraban teatros se abrían las venas y ahora que chapan talentos no se salen del guión, la partitura dictada por la cultura de la purga. Si hasta Felisuco, que es candidato de Ciudadanos, denuncia que a los cómicos de derechas no les dan trabajo, no vaya a ser que perpetúen la especie fuera de la tribu.

El colillómetro es la mejor metáfora de un pueblo que agradece que le pisen con elegancia y le cambien el callejero como tributo a los que viven de los muertos. Hay quien argumenta que en un año no han hecho nada. Disiento. Jamás la ingeniería ideológica estuvo más engrasada, lo que supone un atroz cambio de relato. Los desahucios se ejecutan, pero la alcaldesa de Madrid afirma que se siente dolida por no dar soluciones habitacionales, que es como cometer un pecado y confesarte. Ya está libre de culpa para la eternidad que dure su cargo. A Kichi, otro que tal, no le consta que Otegi matara o estuviera implicado en un asesinato. Que consulte a las Fuerzas de Seguridad en vez de enfrentarse con ellas. Son tan demócratas que llevan la presunción de inocencia hasta el mismo cañón de la pistola. ¡Si lo sabrá Carmena, que es jueza! En un año, los malos son los buenos y, atención «spoiler», los reyes son los padres. ¿Les parece poco?