Martín Prieto

El crimen que nos deja melancólicos

La reacción tras el mayor atentado en España fue unánime e inmediata. No sólo el presidente Aznar condenó la autoría de ETA, sino Zapatero, líder de la oposición y candidato frente a Rajoy, el lendakari y el president de la Generalitat; no se dio autoridad representativa que no vomitara la bestialidad etarra. No se hablaba de presunciones porque aquella olla de sangre y mutilación llevaba la firma de la banda, y eran recientes intentonas desactivadas del mismo jaez, incluida una maleta con 50 kilos de explosivos en un tren de pasajeros. Otegi llamó a sus jefes en Francia: «Si hemos sido nosotros tengo que salir corriendo o me matan». Por prudencia propia o buen consejo el Rey en aquellas primeras horas no puso apellidos al crimen. Zapatero quiso convocar el pacto antiterrorista, y su foto con Aznar hubiera aliviado a este, pero el presidente se negó a delegar responsabilidades. El PP no mintió a una sociedad convencida, y el ministro del Interior, Ángel Acebes, comunicaba cada hora la información que le llegaba en caliente de los servicios, las policías y las unidades antiterroristas. Si pecó fue por facundia. Masivamente fue la SER quien engañosamente dio pábulo irresponsable a la aparición de cadáveres con capas de calzoncillos purificadores (los muertos que nunca existieron) abriendo la puerta a la conspiración islamista que era lo último que esperábamos. Cuando la Policía confirmó a Rubalcaba los indicios yihadistas le dijo a ZP: «Ya hemos ganado las elecciones». E ilegalizando la tregua electoral acusó de mentiroso al Gobierno. El único que no mintió en aquellas aciagas jornadas fue el PP, pero una fuerza de marea emotiva y sentimental revolcó las elecciones que iba a ganar Mariano Rajoy, aunque sólo fuera por mayoría minoritaria. Mérito de Aznar fue no aplazar las elecciones, para lo que hubiera bastado el estado de excepción, suficientemente justificado. Pero ni eso le reconocen. Hubiera sido muy otra la Historia que nos ha traído hasta aquí, y quizá sabríamos quién fue nuestro Bin Laden.