Julián Redondo
El derbi del suspense
Lo más tranquilizador del otoñal panorama rojiblanco, al que el azar ha transmutado recientes victorias trabajadas por frescas derrotas inesperadas, es que a Simeone no le sorprende la caída de la hoja. Ni siquiera alude a un plan de rescate; confía en que poco a poco las nuevas piezas engarcen con un sistema diferente antes del atroz desvanecimiento. Una puesta en escena que exige más creación, más compenetración, más dominio de la pelota en lugar de la defensa cerrada, la jugada de estrategia y el contragolpe.
El Atlético quiere proponer fútbol encadenado y vistoso, fluido y descarado, pero no le sale. Jackson Martínez alarga su desesperante sequía goleadora, duda el centro del campo sin Koke y la defensa recibe más visitas que urgencias cualquier lunes de invierno. En este periodo de adaptación aparece en su casa el Real Madrid, ese vecino del ático al que parecía haber tomado la medida cuando la intensidad, la garra y el acierto definían la fórmula del éxito.
Quebró el Atlético la prolongada y triunfal racha madridista, desterró complejos, adquirió prestancia y rozó la gesta en Lisboa. No le marcó la crueldad del destino. Soportó el golpe y contraatacó.
Hoy todo es más nuevo. Benítez en lugar de Ancelotti. Sin un estilo definido, el Madrid suma menos de lo previsto y el Atlético, descarado en el mercado de fichajes, busca una identidad y pincha más de lo imaginable. Pero las distancias entre los contendientes no son definitivas en la tierna clasificación liguera.
El lastre de los resultados adversos son los mensajes que cada cual emite. Las señales que emite el Barcelona son peores que su fútbol, incompleto porque los indicadores remiten a las ausencias, excesivas. Chirría la maquinaria, que no deja en evidencia a Ter Stegen, sino al conjunto, mientras Atlético y Madrid velan armas a las puertas del derbi del suspense.
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