Inmigración
El derecho a no emigrar
Robert Sarah es un cardenal de Guinea-Conakry, y actual Prefecto de la Congregación para el Culto Divino de la Santa Sede, y posee –como pocos– la auctoritas y el conocimiento del complejo tema de la inmigración. Semanas atrás realizó unas declaraciones a la publicación francesa «Valeurs actuelles» tratando a fondo esta cuestión, de necesaria referencia para hablar de la inmigración sin caer en los simplismos, populismos y buenismos que dominan el actual discurso «políticamente correcto». En ellas afirmó que «la voluntad actual de globalizar el mundo suprimiendo las naciones, las especificidades, es una locura total». Remarcó la importancia del arraigo y la pertenencia: «Cada uno de nosotros debe vivir en su país... más vale ayudar a las personas a crecer en su cultura, que animarlas a venir a una Europa en plena decadencia. Los inmigrantes que llegan aquí están hacinados, no tienen trabajo ni dignidad, la iglesia no puede colaborar en esta nueva forma de esclavitud en que se ha convertido la migración masiva». El Cardenal conoce muy bien la realidad de una Europa que ha apostatado de sus raíces cristianas, perdiendo la esencia de su identidad. Como subsahariano, sus declaraciones tienen especial relevancia, y no dejan lugar a dudas para los censores buenistas: «Mi país es mayoritariamente musulmán, creo saber de qué realidad estoy hablando». Nos ha recordado que existe un derecho humano fundamental: el de no tener que emigrar.
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