Cástor Díaz Barrado
El drama sirio
La grave situación que acontece en Siria, desde hace ya demasiado tiempo, no parece que termine y, cada vez, resulta más dramática tanto desde la perspectiva de los derechos humanos como desde la óptica de la estabilidad y la seguridad internacionales. El acuerdo alcanzado entre Estados Unidos y Rusia para que el régimen de Bashar Al Asad destruya sus arsenales de armas químicas y el cumplimiento de este acuerdo por las autoridades sirias sería una buena noticia, si nada desmiente que se haya hecho realidad. Pero ello no es suficiente. Se necesita mucho más. El conflicto no termina y, además, contagia al resto de los países de la zona. Líbano se ve inmerso en enfrentamientos que, de una u otra manera, derivan de la situación en Siria y hemos de temer que se propaguen los conflictos entre los partidarios de unos y otros con mayor intensidad y envergadura. Israel ha atacado, en los últimos días, objetivos militares en Siria para impedir la entrega de armamento a Hezbolá. El futuro se nos presenta peor que el presente. Ha llegado, pues, la hora de poner fin a este conflicto y a sus consecuencias y es el momento, sin duda, de que las grandes potencias asuman su responsabilidad en los asuntos internacionales. Es su obligación con la comunidad internacional. La guerra en Siria no es una mera guerra civil sino un conflicto internacional de gran relevancia que se le está escapando de las manos a la comunidad internacional y al conjunto de los estados que la conforman. Ya no se trata, ni tan siquiera, de que desaparezca el régimen sirio ni de defender los intereses particulares de los diversos estados en la zona. Siria se ha convertido en una crisis humanitaria de grandes proporciones y ha generado una situación inaceptable política y moralmente. Rusia y China deben tomar una decisión respeto al apoyo que, de un modo u otro, prestan, al régimen sirio y Estados Unidos y países como Gran Bretaña y Francia deben buscar soluciones que sean aceptables por todos. Es difícil, muy difícil. Pero no es posible mantener la situación actual. Nada hace presagiar que se produzca el triunfo militar de una de las partes en conflicto y, mientras llega una solución diplomática, el pueblo sirio se desangra. Infortunadamente, Siria es un ejemplo de que la comunidad internacional es incapaz de resolver pacíficamente todas las controversias y, lo que es peor, Siria nos revela una comunidad internacional inexistente cuando las grandes potencias pretenden imponer sus soluciones.
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