José María Marco

El ejemplo de LA RAZÓN

Los españoles se sitúan con bastante precisión en el espectro político. Se califican de centro izquierda, con un predominio relevante de la izquierda sobre la derecha. (Si se les ha ocurrido sacar a relucir la observación de Ortega sobre la irrelevancia de la derecha y de la izquierda, recuerden que uno de los rasgos inconfundibles de los movimientos totalitarios de tendencia fascista es negar la diferencia entre la una y la otra.) Esta visión está establecida desde los tiempos de la Transición. No es de extrañar porque en nuestro país, como en el resto de Europa y dentro de poco en EE UU, todo el mundo es socialista. Hay matices, eso sí, y matices importantes: en nuestro país, la socialdemocracia está representada por el PP, mientras que a su izquierda aparecen radicalismos de todo tipo, desde socialistas con dificultades para entender lo que es el Estado de derecho hasta izquierdistas con ínfulas de nacionalistas.

Quizás por eso el electorado español, que le vio las orejas al socialismo castizo en los ochenta, no ha vuelto a otorgar una mayoría absoluta al PSOE desde 1993. En cambio, desde entonces se la ha dado, y por dos veces, al PP. Cada día resulta más verosímil que le vuelva a conceder un respaldo por lo menos mayoritario en las próximas elecciones. El poder desgasta, sobre todo si hay que gestionar la crisis, pero la oposición, cuando es indiscriminada, sin matices y ultraideologizada, desgasta bastante más.

Se comprende que desde el poder político popular nadie quiera interrumpir esta excelente relación, no del todo explícita, entre un electorado que se considera de centro izquierda y un partido que prefiere alejarse de las definiciones ideológicas. En este idilio, sin embargo, debería poder encontrarse algo de margen para la difusión de argumentos, de ideas e incluso para el apoyo a personas que se salen del paradigma, cada vez más férreamente asentado, de una izquierda derrotada en las urnas pero triunfante en lo cultural. Hay algunas muestras de cómo se puede hacer esta política. La más llamativa es justamente LA RAZÓN. Desde hace quince años da ejemplo de amplitud de miras y voluntad de diálogo, y al mismo tiempo firmeza y consistencia en la defensa de unos principios básicos, democráticos, liberales, monárquicos, inspirados en una raíz cristiana o, más ampliamente, cristiana y judía. LA RAZÓN es la mejor demostración de que en este terreno las cosas, si se quisiera, podrían hacerse con un poco más de generosidad.