Martín Prieto
El empedrado del infierno
En el 68 las playas estaban bajo el asfalto, poética empedrada tras el acuerdo entre De Gaulle y el general Bigeard, jefe de los amables paracaidistas de Argel. El quinquenalísmo estaliniano para industrializar la URSS sobre bestiales hambrunas y migraciones fue buenismo histórico. ¿Era Pol Pot la encarnación camboyana del mal suprimiendo el dinero, o forzando la población al agro? Cuando Churchill cruzó los Dardanelos para enterrase en Gallípoli, ¿estuvo ausente la esperanza de sacar a Turquía de la guerra y desecar de sangre los campos de amapolas de Flandes? ¿Quién duda sobre la entrega altruista de esos dos riquísimos hiperpijos de diseño que en cinco meses han multiplicado el estrangulamiento griego, y que empezaron muy sueltos de cuerpo exigiendo reclamaciones de guerra a Alemania? ¿Y por qué no a Italia, que causó más estragos? Las buenas intenciones son como las amistades peligrosas y hay que cuidarse de no arrastrar carretadas de adoquines que acaban enmoquetando el Averno. Como en España las Cortes Generales han sido sustituidas por invasivas teletertulias de extravagante representación. El bueno de Rajoy sigue tirando del adoquinado de una crisis que mejorará dentro de unos tres años, mientras emergentes y emergidos la dan por finiquitada siendo culpable el PP de que aún no funcionen bien todas las cañerías. Es como si en Alemania sollozaran por cruel proliferación de «mini-jobs», demonizada por nuestro supermercado espiritual de las izquierdas. Igual que todos los perros van al cielo, generaciones de buenistas, santos ignorantes, oportunistas y agiotistas no tienen otro destino que el último círculo de Dante. Corre un cuento por el foro: Lucifer recibe a un malvado para enseñarle las instalaciones en las que los clientes son desgarrados con tridentes al rojo. Aparta la vista el llegado y contempla un reservado en el que minifalderas sirven refrescos y tapas a un grupo de rientes abanicados con pai-pai. «¿Y esos?». El Príncipe de las tinieblas le ilustra: «Es que ésos son los de Syriza y Podemos».
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