César Vidal

El empleo de Gala

Cuando, gracias a la acción de ministros tan incompetentes como Caldera, España se fue llenando de inmigrantes de nula cualificación, algunos pensamos que hubiera sido mejor atraer a los especialistas altamente cualificados de la antigua URSS. Así, por ejemplo, actuaron naciones como Alemania y Gran Bretaña. Un ejemplo de esa inmigración fue una ingeniera llamada Gala que recaló en España a finales del siglo pasado. Decidida a sacar adelante su familia, Gala trabajó sin que se le cayeran los anillos en la hostelería, para pasar después a un periódico en lengua rusa y, finalmente, a un importante medio de comunicación en español. En todos y cada uno de los empleos, demostró ser una persona concienzuda, trabajadora y eficiente. Su buena disposición quedó de manifiesto, por ejemplo, cuando en el citado medio tardaron más de cuatro meses en pagarla y no emitió una sola protesta convencida de que, quizá, en España actuaban así a la hora de abonar salarios. Hace cuatro años, Gala aceptó un empleo semejante en otra empresa porque así se lo rogó un antiguo jefe. Es posible que nunca debiera haber dado ese paso. En la nueva empresa, como si se tratara de un retrato de la peor España, la que nos ha llevado al desastre, descubrió que mérito y competencia tenían poco valor y que lo realmente relevante era saber someterse a los desalmados. De manera inmediata, a ella –una persona que poseía un título superior– la colocaron a las órdenes de un sujeto que carecía de su formación y que decidió desde el primer momento hacer valer una autoridad de la que no disponía. Es sabido que cobardes e los incompetentes, mediocres y nulidades intentan suplir con soberbia y autoritarismo lo que no tienen en conocimiento y titulación. Alguna de las personas que conocían a Gala le aconsejó que buscara la concesión de una invalidez ya que padecía una cardiopatía y la vida que le estaban dando podía acabar en una verdadera tragedia. Gala se negó rotundamente porque había sido educada en un sentido del deber verdaderamente militar y porque, gustara o no, era mucho más competente que aquella panda de siniestros indocumentados. Pero la vida se la guardaba en un recodo del camino. En las alturas de la empresa tuvo lugar un cambio y los peores decidieron acabar con los mejores. Entre los represaliados estuvo Gala. Me dicen que lloró por su despido. Debería alegrarse. Indeseables los podrá encontrar en cualquier sitio. Bien es verdad que no tan miserables como éstos.