Cástor Díaz Barrado
El éxito de la inestabilidad
Italia vuelve a colocarse en el punto de mira de la situación en Europa. La caída de Enrico Letta es un episodio más de la inestabilidad política que aqueja a este país desde hace mucho tiempo y todo hace pensar que será Matteo Renzi, del Partido Demócrata, el encargado de formar nuevo gobierno. Es muy difícil comprender la política italiana y, sobre todo, llegar a la conclusión de que, a pesar de los cambios, la economía de Italia no se resiente en función de la inestabilidad. Es muy posible que España no pudiera resistir ni un solo asalto si se encontrase en la situación italiana. El actual Gobierno español está asistiendo, en el periodo que lleva en el poder, a tres cambios en la jefatura del Gobierno italiano y, todo ello, en un clima que en poco favorece adoptar medidas para afrontar la crisis económica. Existe un cierto hartazgo de la sociedad italiana con el sistema político que rige en el país. Pero nada hace pensar que Italia se dirija hacia el abismo y es muy posible que los indicadores económicos no reflejen castigo alguno a este modo de enfrentar las crisis políticas. Incluso otros países, como España, sufrirán más las consecuencias de lo que está aconteciendo en Italia y, en el mejor de los casos, no se producirá un repunte en la prima de riesgo. Pero Italia es consciente de que corresponde modificar el sistema electoral y que hay que alcanzar, lo más pronto posible, niveles tolerables de estabilidad. El proceso de construcción europea precisa que, en el marco de los sistemas democráticos de los estados miembros, se garantice el cumplimiento de los compromisos de la Unión y que los gobiernos dispongan de un tiempo para alcanzar los objetivos de sus respectivas políticas económicas. Da la impresión de que se están acabando los tiempos en los que la inestabilidad política no tenía consecuencias relevantes en la situación, al menos económica, de un país de la Unión Europea. Italia ha sido, sin duda, el ejemplo más sobresaliente de cómo alcanzar logros en un entorno de profunda inestabilidad. No se trata de buscar sistemas con pocos partidos políticos y con una escasa fragmentación que no permita la expresión de los grupos minoritarios, pero sí hay que alcanzar acuerdos y consensos que permitan que no se produzcan cambios a la hora de cumplir las metas de la política económica. El futuro de Europa aboga por la certeza e Italia debe iniciar ahora el camino de la estabilidad.
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