Martín Prieto

El Faisán también tiene su X

El entonces juez Baltasar Garzón comentaba en la cocina de mi casa: «Tus comentarios me terminaron de convencer de que la X de los GAL era Felipe González». Supuse que era un amable halago porque entonces vivíamos un idilio. Luego el juez cambio de pareja y se fue a una finca del Estado a encamarse con Felipe, cumpliendo José Bono de mamporrero. No estuvo mal: de poblar las pesadillas del presidente, a número dos por Madrid, escalafón reservado a las excelencias socialistas, más promesas etéreas que nunca se cumplieron. En aquel guiso lo único sólido era la X que jamás se despejó y cuya ecuación conocen tan bien José Barrionuevo y Rafael Vera. Nadie ha querido o podido rebatir que González se enterara por los periódicos de que una banda de facinerosos asesinara en España y Francia a etarras o ciudadanos que se les parecían. Judicialmente la X da mucho juego y como el cartero de James M. Cain, siempre llama dos veces. La nueva X planea sobre el juicio por el aviso policial en el bar Faisán a la banca extorsiva de ETA, a la que habían tendido una celada. (Rubalcaba). Zapatero estaba entonces en levitación mística por una paz con ETA que le acercaría a un Nobel. Se le escapó sobre las ruinas de la T-4 de Barajas (con dos cadáveres bajo los escombros: «Esto ha sido un error». Ahora policías de brillante historial antiterrorista niegan haber recibido órdenes políticas para no detener a los financieros etarras, como si los funcionarios obraran por libre examen y no recibiendo estrictas instrucciones, existiendo un ministro del Interior que alardeaba de saberlo todo y de todos (Rubalcaba). Estamos perdiendo el tiempo judicial con otra X que nos dejará más desconfiados que una vaca tuerta (Rubalcaba).

Post Scriptum.– Si del alcalde de Barcelona depende que la Reina entregue su bandera de combate al buque insignia de la Armada surto en el puerto, los más angelicales debates constitucionales son ociosos. Apaga y vámonos.