Sabino Méndez
El fracaso de una burguesía
Recientemente, un periódico de la órbita catalanista afirmaba que en los próximos meses van a evitar hablar de «Los Pujol» como un todo, porque las responsabilidades de cada uno de sus miembros deben ser juzgadas (por la ley, por la moral y por la opinión pública) de una en una. Más allá de grandilocuentes y jesuíticas afirmaciones como ésta, lo cierto es que el clan Pujol es una realidad tan evidente de la sociedad catalana que no sé si un diario puede permitirse darle la espalda al asunto y pretender que sigue haciendo periodismo y no ficción interesada.
De los siete hijos de Pujol, Jordi, el mayor, conocido ahora por sus cuestionadas labores de intermediario financiero, viajó con el séquito empresarial de su padre a Portugal en octubre de 1990. Según las investigaciones de Jordi Oliveres y Félix Martínez, la segunda hija, Marta Pujol, arquitecta, vio cómo su estudio recibía desde 1992 seis proyectos por adjudicación directa del Gobierno de su padre, además de viajar también con el séquito paterno en visita empresarial a Uruguay. El cuarto hijo, Pere Pujol, quien tenía una consultora medioambiental (Entorn) que recibía encargos tanto del Gobierno de la Generalidad como de los consejos comarcales dominados por CiU, viajó también con la delegación oficial de la Generalidad a Uruguay y Chile, siendo nombrado asesor del Instituto Catalán de Energía. Oriol Pujol conoció una meteórica carrera en el partido de su padre, recibiendo el nombramiento de secretario general del departamento de Industria, comercio y turismo que dirigía su tío, Antoni Subirà. El cuñado de Jordi Pujol, Francesc Cabana, a quién ocultó la existencia de la supuesta herencia de Andorra, fue durante 23 años directivo de Banca Catalana. Aparte de eso, son conocidos los beneficios de Hidroplant la empresa de la esposa de Pujol, Marta Ferrusola, dedicada a la cosa de las flores, en las tareas del mantenimiento del ornamento vegetal de oficinas y dependencias dirigidas por su marido.
Desde las influencias de pequeño mundo regional (pero gran beneficio económico) el clan se ha deslizado hacia los opacos mercados financieros. El motivo habría que buscarlo en el fracaso original de Pujol padre como banquero. En Cataluña siempre se dijo que Pujol se sentía más cómodo en términos de microeconomía y pequeña empresa que cuando se trataba de grandes finanzas. Intentó hacer una banca industrial para apuntalar su cortijo cuando ya los tiempos habían superado ese tipo de banca. Esa aventura llamada Banca Catalana acabó en quiebra. Pujol padre, por tanto, había tenido un inmenso éxito en la política caciquil de la región (al disponer de un banco que le permitía hacer favores, comprar periódicos, financiar editoriales o fichar futbolistas) pero había fracasado en las finanzas. Los hijos, por tanto, debían estar destinados a triunfar allí donde el padre había tropezado.
Lo que no supo ver el patriarca es que esa mezcla de finanzas opacas y vivir liviano de la red clientelar caciquil era un cóctel sumamente explosivo. Estamos frente al fracaso de una burguesía (la catalana) de la que se han dicho muchas cosas, casi todas halagadoras (para quedar bien con ella) o demonizadoras (para explotar populismos en contra). Lo único contrastable es que es una burguesía que no ha sido capaz de consolidar poderes financieros fuera de La Caixa y Gas Natural.
La historia del clan Pujol deja una lección que la burguesía del post-pujolismo no debería ignorar. Aprenderla supondría poner distancia con el populismo fácil de la bandera simple y las promesas irrealizables, garantizar en la región unos medios de comunicación de pluralidad reglamentada para que haya debate e información, romper con los iluminismos identitarios, inservibles en un mundo cuyas realidades comerciales y sociales tienden cada día más a la unión y la globalización. Es un cambio de valores tan titánico, que no sé si la actual burguesía catalana (más mezclada y más móvil) está preparada para realizar. A su favor tiene esa diversidad y su tradición de esnob, ya que el esnobismo (como decía Hannah Arendt) siempre ha sido completamente incompatible con el fanatismo y por eso nunca es implacablemente eficaz para el mal. En contra está que ese giro exigiría un cambio de costumbres importante en la sociedad catalana, y no sé si ese tejido tiene ahora los protagonistas necesarios para una transición tan importante de pensamiento. Para empezar, baste recordar que el padre del patriarca, Florencio Pujol, estuvo en una lista de 147 personas investigadas por evasión fiscal debido a las actividades de la oficina de cambio que abrió en las Ramblas junto a Moisés David Tennebaum, de origen polaco. No fue objeto de diligencias porque se le incluyó en una relación de personas exentas debido a «fallecimiento, ausencia, ignorado paradero, cuenta sin efectivo, anotación sin cuenta o falta de personalidad». Muchos años después, el padre de Artur Mas fue investigado por evadir del fisco dos millones de euros en Liechtenstein. Tampoco fue objeto de diligencias porque el posible delito había prescrito. ¿Seguirá la vida igual?
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