Crisis económica

El gran Gatsby

La Razón
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Se pule la memoria de Rodríguez Zapatero realzando la década de su Ley de Dependencia, aprovechando los ratos libres que se permite el ex presidente en su mediación de apoyo al sátrapa venezolano Nicolás Maduro. ZP, a quien descarrilaron los suyos más que su gestión de Disneylandia, quiere volver a enarcar las cejas y hacerse con una línea clemente en la Historia a cuenta de los españoles dependientes. No fue esa su hora mejor y él mismo declaró que su orgullo fue el matrimonio homosexual. En estas páginas tiene razón Tomás Gómez suponiendo que la crisis del 78 tenía salidas contingentes, como expansionismo en Estados Unidos, o austeridad en la Europa de locomotora alemana. Pero es que ZP no vio la turbulencia financiera ni con las tres tardes de economía que le impartió Jordi Sevilla ni con los 600 expertos de Miguel Sebastián. En la televisión pública y ante una rueda de periodistas afirmó ya reventada la burbuja: «Eso que ustedes llaman “crisis” no es más que una leve desaceleración de la economía mundial a la que España puede hacer frente al contar con el mejor sistema financiero del mundo». Se apagó la luz y subió el pan. Irresponsable utópico con Cataluña, el terrorismo, la política exterior o el envío del centro-derecha español a la isla de Molokai, se reviste ahora con la dependencia. Hizo una ley de amparo, que ya había iniciado González y que no derogó el PP, abriendo expectativas defraudadas al no dotarla de presupuesto, dejándola al pairo de las autonomías. Rajoy recortó también esa tela pero menos que las comunidades administradas por el PSOE. Si 800.000 ciudadanos recibieron algún socorro en diez años, no se cuentan los que fallecieron esperando el viático. Hoy al pariente al que responsabilizan haciéndole firmar como «cuidador no profesional» le advierten que si necesita algo espere dos o tres años antes de pedir socorro. Cuando entró en Moncloa dijo a Sonsóles: «¿Ves como cualquiera puede ser Presidente?». Tenía razón. En siete años ejerció de gran Gatsby contemplando absorto el faro del final de la escollera, quebrando la economía en dispendios clientelistas, diluyendo el PSOE en el partido de los progres, ignorando el populismo emergente y colocando a la infausta Bibí Aido en la ONU como broche de un feminismo de boatiné. Que le engalanen con lo que quieran pero, por favor, no con el placebo que recetó a los españoles en dependencia.