Alfonso Merlos

El grito sordo

Así no. Así no. Ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. El separatismo en Cataluña va de mal en peor. Y eso significa que esta causando un perjuicio terrible a los propios catalanes y al resto de los ciudadanos españoles. Es intolerable. Esa cerrazón. Ese sectarismo. Esa obsesión por patrimonializar la verdad, y el victimismo. ¿Y a qué contribuye todo esto?

A nada constructivo, creativo, solidario, cooperativo, patriótico. Artur Más se ha encerrado definitivamente en su laberinto. No ve por donde salir. Y como un adolescente, o como los Hermanos Musulmanes -¡incapaz de un diálogo maduro!- se aferra a los extremos, a los dogmas, a los embustes. ¡¿Qué ganamos con eso?! Nada. Absolutamente nada.

Mientras el gobierno de España atiende a las necesidades financieras de Cataluña, mientras Rajoy hace todos los esfuerzos imaginables y por imaginar para que impere la cohesión y la armonía, los señoritos de CiU buscan la gresca, el alboroto, el circo, la excitación. Y esto se traduce simplemente que los mal denominados nacionalistas de corbata están buscando un acuerdo que será imposible. Porque el asilvestramiento, el salvajismo, el barbarismo no conduce a nada bueno. ¡A nada!

Es la hora de recuperar las formas. De poner en su sitio a los hooligans. De pensar en el interés general. De incidir en el mínimo común denominador que nos une y desterrar los despojos que buscan la confrontación, la división, el odio, la sencillísima pero incomodísima enemistad. No hay mucho más.

Esta generación de españoles no puede/podemos tirar por tierra lo que durante cinco siglos se ha hecho nacer y crecer y florecer. Hay que hacérselo ver con toda la contundencia a Don Arturo. Quizá sólo desde la contundencia entienda bien lo que verdaderamente le queremos decir. ¡Digámoslo hoy mismo!