Alfonso Ussía

El guirigay

Esto del fútbol se está desmadrando. Me ocupo con especial interés y dedicación del Real Madrid, que es mi equipo. Lo sigo en fútbol y en baloncesto, que este año es un productor de alegrías. En la final de la Copa del Rey ganó a un gran «Barça» en el último segundo, y ello es motivo de doble satisfacción. Pero en el fútbol, a pesar de la buena temporada y la inmejorable racha de unos meses hacia acá, oigo un guirigay ensordecedor. Hay debate. Joselito o Belmonte, Ordóñez o Dominguín, Sergio o Estíbaliz, López o Casillas. Y el periodismo deportivo ha tomado bando. Jamás un portero del Real Madrid, que además es una gran persona, se ha visto tan ninguneado y despreciado como Diego López por un sector furibundo de la prensa deportiva madrileña.

Me parece muy bien que defiendan a Casillas. Para ello no es necesario, ni educado, ni conveniente, pretender hundir al portero titular. Esa pasión tan pertinaz encaja perfectamente en el día de antes de ayer, San Valentín, también conocido como el Día de los Enamorados. El amor, ese enigma no resuelto por el ser humano. Amor que se convierte en inmenso cariño por la costumbre, o en odio, o en olvido, o en nada. Cuidado con tanto amor declarado a un deportista, que después vienen los desencantos, las decepciones y si hay lugar para ello, el crecimiento desmesurado de los cuernos.

Durante siglos, un ejército de talentos poéticos, líricos, elegíacos, bucólicos, místicos y románticos han intentado definir al amor. Algunos se han acercado, y otros no han hecho otra cosa que el ridículo. De los que se han acercado a la definición perfecta desde la ironía, destaca el gran escritor de humor italiano Pittigrilli. «El amor es un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso»... Amor y pasión se confunden y nublan los entendimientos y los equilibrios. El periodismo deportivo madrileño, un amplio sector, ama apasionadamente a Casillas, y este servidor de ustedes, en cuestiones de amores y pasiones, no se mete. Pero el amor y la pasión por una persona o un ídolo no conllevan la obligación del desprecio hacia otro ser humano, también persona y asimismo ídolo para muchos. No me complace para nada el guirigay. El que ha asumido la responsabilidad de hacer las alineaciones del Real Madrid en cada partido es Ancelotti, no los periodistas. Éstos son libres de opinar, de preferir y de aupar a sus elegidos, pero ese derecho se limita cuando se cae en el perjuicio permanente hacia otro deportista que no hace otra cosa que cumplir con su obligación y entrenar con esfuerzo.

Si el entrenador actual del Real Madrid coincide con Mourinho en la preferencia de Diego López respecto a Iker Casillas, algo tendrá que ver el diario conocimiento de los aconteceres que se suceden en el vestuario. No me gusta nada este guirigay, que ha conseguido enfrentar a socios y aficionados que tendrían que sentirse muy cercanos a la felicidad por el rumbo que ha tomado el Real Madrid de esta temporada. Y los periodistas cercanos al Real Madrid harían un gran favor al club renunciando generosamente a su segunda vocación, que no es otra que la de hacer las alineaciones. Tienen que opinar, claro está, pero hay opiniones que pueden interpretarse como imposiciones estrictas y terminantes.

El Real Madrid está por encima de amores, pasiones, coacciones y subjetividades. Dejemos que los profesionales cumplan con su deber, y que ese deber en libertad, alegre nuestra condición de aficionados, sin herir, sin atacar, respetando las decisiones de quienes tienen por contrato, la obligación de decidir. El amor y la pasión, ahí no entran.