César Vidal

El horror

La Razón
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El fin de semana llegaba lentamente envuelto en ocio y diversión cuando, de la manera más inesperada, nos sacudieron el alma con una cadena de monstruosos atentados en París. ¿De la manera más inesperada? No. No lo fue. En las horas anteriores, ISIS había perpetrado dos atentados con docenas de muertos en Irak y Líbano, pero de Irak, tras una década de sangre, no deseamos acordarnos y el Líbano nos resulta lejano. A decir verdad, las dos noticias apenas merecieron atención por parte de los medios. Tampoco nos paramos a pensar en que el viernes era el día en que París iba a mostrar que era la ciudad mejor protegida del mundo iniciando ejercicios de seguridad en vísperas de la Cumbre del Clima. Y entonces la capital mejor guardada del orbe sufrió un golpe cruel que parece haber despertado a todos los que dormían mientras el islamismo asesinaba en el Medio Oriente. No puedo dejar de pensar que el mundo se ha estremecido horrorizado porque los muertos eran de París y no de Beirut o, si se me apura, de Madrid. Quizá no es tan extraño. Durante la última década y media, Occidente ha persistido en una política que sólo ha aumentado la inestabilidad en Oriente creando un flujo de millones de refugiados que ha comenzado a preocuparnos al llamar a nuestra puerta. Antes de esa política no existía ISIS y como ISIS, no pocos grupos asesinos. Antes de esa política, la inestabilidad era desconocida en Libia, Irak o Siria aunque fuera al precio de soportar dictaduras terribles. Antes de esa política, naciones enteras no estaban en manos de los grupos más fanáticos y asesinos del orbe. Antes de esa política incluso parecía aceptable una política buenista con respecto a la inmigración islámica creyendo, por ejemplo, que fortalecerían al Estado catalán porque esas gentes no hablan español. Ahora las consecuencias de esa política nos alcanzan. El monstruo no ha sido contenido sino engordado. Sus víctimas llegan hasta nosotros y nos asustan porque tememos a los terroristas escondidos entre ellas. Descubrimos además que la seguridad no existe como no ha existido para nación tras nación durante década y media. ¿Y ahora qué? ¿Expulsaremos a millones de musulmanes de Europa? ¿Obligaremos a las naciones ricas del mundo islámico – ésas a las que se acude en busca de dinero y que financian a los grupos terroristas– a que acojan a sus hermanos? ¿Erosionaremos más nuestras libertades sin poder evitar atentados? Piensen lo que quieran, pero el horror ha llegado.