Marta Robles

El misterio del «Santa Ana»

El mar, que quieto sólo parece agua de los colores que se miran en ella, embravecido saca pistolas y dispara balas de espuma, desde sus brazos de algas capaces de arrastrar hasta el fondo del mar cualquier cosa, hasta las almas que pretenden escaparse de los cuerpos de los marineros. Nueve de ellos, a bordo del «Santa Ana», olvidaron, pese a su vasta experiencia, que dormirse en el mar es dormir con el enemigo. No todos descansaban, pero aun así, tal vez, aprovechando un descuido, el mar estampó su barco contra las rocas de la Isla de Erbosa, frente al Cabo Peñas en Asturias. Todo sucedió muy rápido. El Santa Ana salió poco antes de las cuatro de la madrugada y antes de las cinco, la embarcación «Ciudad de la Albufeira» perdió el contacto con ellos. Media hora más tarde se daba la voz de alerta y se acudía al rescate, mientras otro pesquero, «El Maresco», rescataba al hasta ahora único superviviente de la tragedia. Era Manuel Simal, un gallego de 50 años, patrón de la embarcación. Mientras continúa buscándose a los desaparecidos, tras haber hallado ya dos cuerpos sin vida, Simal sigue dándole vueltas a lo que pasó sin encontrar ninguna explicación. «Cuando me acosté –dice– quedaban tres personas (al cargo) y no supe más». Manuel despertó al caer de la cama, luchó casi media hora para salir del camarote y, cuando lo logró, se encontró el caos de todo lo que flotaba: los cajones, las puertas, el gasoil... Se subió a una balsa y se salvó. No tiene lesiones ni cicatrices. O mejor dicho, no las tiene en el cuerpo; las del alma navegarán con él por siempre jamás.