Política

Alfonso Merlos

El nuevo rostro del terror

El nuevo rostro del terror
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Que ilusos. Claro que no. La Yihad no tenía que ver sólo con la respuesta a la implicación legal y legítima de un gobierno en la operación para derribar el régimen del tirano Sadam y abrir un espacio de transición y libertades en Irak. Era algo más profundo, estratégico. Un tipo de violencia en el que intervenían e intervienen otros factores.

La brillante redada en Málaga programada, ejecutada y controlada por las fuerzas de seguridad del Estado deja al descubierto lo que para todos debería ser una obviedad. España, por su presentación geopolítica, es una cabeza de puente perfecta para las redes terroristas que buscan movilizar a fanáticos a zonas de conflicto. Somos la retaguardia. Así lo ha sido durante dos décadas. Y lo sigue siendo.

La captación, el reclutamiento, el indoctrinamiento, la radicalización... ahí están los epígonos de Bin Laden, procurando cada día perpetuar la maléfica obra del fundador de Al Qaeda. Desde pisos francos de significativas ciudades europeas. Nada de desiertos remotos ni de montañas lejanas. Porque éste es el nuevo rostro del Islam militante. Sin discusión y sin demasiados matices. Y precisamente del 11-M a esta parte.

¿Estamos preparados? ¿Somos conscientes de la envergadura de la amenaza? Estemos alertas. Porque hoy son numerosos los frentes que tienen abiertos los servicios de inteligencia para desentrañar las tramas que no conocen otro objetivo sino el de la destrucción en masa: buscar atentados con altas tasas de letalidad, guiados por las más viscerales doctrinas salafistas, recurriendo si es menester a la presencia de suicidas.

El desafío que encaramos es interno y externo. En primer lugar, porque esta banda de iluminados que aún ópera en territorio nacional tiene voluntad y capacidad para seleccionar blancos que golpear: pueden ser edificios institucionales o monumentos o sedes administrativas o sitios de valor cultural y religioso. En segundo lugar, porque estas hordas extremistas se obstinan cada día en alimentar con sus torcidos conocimientos o sus armas o sus explosivos aquellos focos en los que, como en Siria, se combate.

Valga esta hora para tirar por elevación. Para tener la altura de miras que el contexto reclama. Diez años después de las atrocidades de Atocha hemos de pensar que aquello fue sólo parte de un plan concebido a largo plazo por quienes se consideran los más puros seguidores de Mahoma. Eso significa que estos ambiciosos delincuentes, que estos peligrosísimos criminales han de ser frenados.

Nos lo jugamos todo. Se van a reproducir como hongos. Se van a multiplicar por doquier. Vamos a enfrentarnos a varias generaciones entrenadas en la creación de destrucción humana y material. No frivolicemos. No relativicemos. En esta sostenida batalla nos jugamos mucho. Por ejemplo, que la protección de nuestros derechos y la salvaguarda de nuestras libertades sea la que hoy es. ¿Les parece poco?