Cataluña

El otro “no es no”

Es una difícil tarea intentar explicar a un seguidor ocasional de la política española la estrategia del independentismo catalán porque ni los iniciados son capaces de entenderla a estas alturas.

Cataluña lleva en situación de bloqueo varios años y, de manera especial, el año de Torra se ha convertido en el más estéril de todos. Sin atisbo de política económica, ni política sanitaria, energética o medio ambiental, todo su trabajo se resume en haber navegado entre las turbulentas aguas del límite de la legalidad en la petición de independencia, la convivencia con Waterloo y la pugna con Esquerra.

El balance ha sido pésimo incluso para sus votantes, poco más del 10% de apoyos en las elecciones generales y camino de convertirse en la quinta fuerza política en sitios tan emblemáticos como Barcelona lo atestiguan. El único éxito atribuible es haber esquivado la aplicación del art. 155.

El mayor beneficiario es ERC, que por un lado importa el discurso del diálogo, aunque debería hablar de monólogo, porque no ha renunciado ni a uno de sus postulados separatistas y, por otro, rezando para encontrarle camino de salida del atolladero judicial en que se han metido.

Sin embargo, hay algo de fondo que ha quedado instalado para algún tiempo en la política catalana y es que el problema empieza a no tener solución. El veto a Iceta para ser designado senador pone de manifiesto que el independentismo, además de no estar por la tarea de gestionar los problemas cotidianos que son responsabilidad de cualquier gobierno, tampoco tiene en el horizonte la búsqueda de una solución dialogada con el Estado.

En todo caso, sean los ex convergentes en todas sus modalidades o los de Esquerra, beneficiarios del trasvase de votos, es posible que tengan el poder en las instituciones en Cataluña, pero de poco servirá a los catalanes. No durará eternamente el “procés” ni el debate sobre los posibles indultos de las probables sentencias, pero lo que sí es seguro es que, fuera de eso, el independentismo tiene la agenda vacía.

Un actor político que, se empecina y se autoencierra en esa circunstancia, convierte el ataque a lo que se opone como leitmotiv de su acción. Como consecuencia, la erosión y el daño a las estructuras del Estado es el único objetivo que realmente está en la hoja de ruta de los secesionistas.

La independencia se ha constituido en una abstracción irrealizable pero, a la vez, en la única finalidad de los partidos nacionalistas catalanes, una quimera sin solución. Desde esa premisa, es imposible llegar a una solución con quién no quiere resolver los problemas, eso debería hacer reflexionar sobre la estrategia a seguir a los partidos que respetan la Constitución.

El veto a Iceta es más que una decisión de coyuntura, es una declaración de intenciones que vuelve a alejar la perspectiva de una solución, solo sirve para alimentar la radicalización entre los dos nacionalismos.