Julián Cabrera

El «Pablo Alfa»

Podemos no ha hecho más que meterse en harinas fundacionales y las equivalencias con lo más criticado a los partidos de la «casta» no pueden ser más evidentes. De un lado, Pablo Iglesias negando su condición de «macho alfa», pero dejándole claro a la manada, que, «o las cosas a mi manera y bajo mi control, o ya os estáis buscando otro líder». Y sentada la supremacía del culto a la personalidad, otra equivalencia que seguramente les suena: mucho debate sobre modelos organizativos, pero cero debate de ideas. Para ser del todo exacto no encuentro grandes diferencias entre el modelo Iglesias y un partido comunista al uso o el modelo asambleario Echenique y Esquerra Republicana.

Podemos vive momentos de euforia demoscópica alimentados por hechos puntuales como el escandalazo de las tarjetas «Black», pero si realmente tiene algo de serio lo de «tomar el cielo» del poder, no podrá obviar la prueba del algodón de la gestión más allá de promesas simplistas y mensajes medidos en las tertulias televisivas.

Si el «Alfa» Iglesias se ofrece como la única alternativa a Rajoy y a Sánchez, tiene una primerísima oportunidad de oro para demostrar que «sí se puede» en eso que llamamos la política más cercana al ciudadano, la municipal. Déjese por lo tanto de tacticismos, concurra a los comicios de la próxima primavera y muéstrenos su magia, pero tomando decisiones.

Sería buena una demostración de cómo se gestionan las raquíticas arcas municipales, cómo se paga a los proveedores y funcionarios o cómo se mantienen y mejoran los servicios sociales o asuntos tan prosaicos como la recogida de basuras, el tráfico o el arreglo de aceras. Apuesto a que no lo harán, porque saben que tras arruinar ayuntamientos difícilmente obtendrían la confianza para arruinar al Estado.