José Antonio Álvarez Gundín

El Papa y la izquierdona

El Papa y la izquierdona
El Papa y la izquierdonalarazon

La dimisión del Papa ha conmocionado a todo el mundo, menos a la izquierda española, que la ha considerado una noticia menor porque no tiene relación aparente con los «papeles de Bárcenas». La revolucionaria decisión de Ratzinger ha suscitado elogios y una general admiración entre los principales dirigentes mundiales, pero no entre los burócratas del PSOE y de IU, que han despachado el gesto histórico con un encogimiento de hombros y un par de balbuceos, como si se tratara de una anécdota irrelevante a la que no merece dedicar ni cinco segundos de reflexión. Esto es lo que da de sí la izquierdona casposa y carpetovetónica, he ahí su talla intelectual y moral, cuyo discurso político compite en ideas con lo más excelso de la filosofía «choni». No tiene estatura ni para combatir a sus adversarios. Lo cual demuestra que, en efecto, Ratzinger es una personalidad fascinante, compleja, admirable y un maestro del espíritu cuyas obras enriquecen a la Humanidad. Hay que ser muy valiente para romper una tradición secular y hay que estar muy seguro de sí mismo para hacerlo con una sonrisa en los labios. Sólo alguien como él, con su poderosa soberanía intelectual, podría hacerlo. Sin aspavientos, casi con naturalidad, como si fuera el resultado de un silogismo impecable. Puro ejercicio de la razón aplicada a la fe. Es la reivindicación, no del poder ni de sus pompas, sino de la libertad del hombre o, mejor aún, de la independencia de un anciano para decidir cómo quiere vivir sus últimos años. Sólo los más lúcidos y los más libres descubren la verdad, no por sabios, sino por humildes: que todos somos sustituibles, incluido el Papa. En vista de lo cual, las lumbreras de la izquierda española han reaccionado con la misma inteligencia que las vacas viendo pasar el tren. Con mugido incluido.