Julián Cabrera
El papel del Rey
Decía recientemente Felipe González que «vamos hacia un modelo italiano pero sin italianos» y puede que no le falte razón con la sensible diferencia de que Italia es un país que siempre ha funcionado solo, haya o no estabilidad parlamentaria.
El análisis del ex presidente se corresponde en este punto y hora de nuestro año electoral con un innegable vértigo, no sólo ante la posible ruptura del bipartidismo, sino por lo que se atisba puede ser un endemoniado sudoku de pactos para sacar adelante investiduras o formar mayorías de gobierno.
Una de las conclusiones de la encuesta publicada por este periódico de cara a los comicios andaluces, es precisamente la posibilidad de que insuficientes apoyos en las votaciones de investidura para la presidencia de la Junta podría hasta dar con una repetición de las elecciones, panorama que tampoco sería quimérico en otras autonomías tras los comicios de mayo y amenazando con alargar su sombra hacia el Parlamento nacional tras las generales.
Tal vez por ello dirigentes, no precisamente de segunda fila tanto en PP como PSOE, no duden en reconocer en privado que el papel del Rey, por otra parte perfectamente fijado en la Constitución de nuestra Monarquía parlamentaria, puede ser determinante en su interlocución con los partidos en pos de la estabilidad institucional.
El gran legado del Rey Juan Carlos fue pilotar desde la Jefatura del Estado una transición política ejemplar, salvando escollos como el del 23-F, y todo apunta a que a su sucesor Felipe VI también le aguardan páginas especiales por escribir en nuestra historia. Un panorama post electoral inestable o escaso de diálogo podría necesitar de la mano del primer árbitro desde una Corona que en el momento más oportuno ha recuperado su credibilidad.
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