Alfonso Ussía
El «Pilós»
Comparado con «Carles el Pilós», Wilfredo El Velloso fue un timorato. Me ha emocionado la contemplación de Puigdemont, sereno y altivo, llegando a la Audiencia Nacional. Precedía a algunos de los miembros de su Gobierno, Turull, Rull y Forn entre otros. En un avión privado que puso a su disposición Jaime Roures, aterrizó en Barajas a las 7 de la mañana, y después de un somero lavoteo en el hotel, se presentó en la Audiencia Nacional, sabedor de su posible ingreso en la cárcel acusado de un delito de rebelión. Emotivas sus palabras animando a sus consejeros, a Carmen Forcadell y a los miembros de la Mesa del Parlamento de Cataluña antes de partir, los primeros hacia la Audiencia Nacional y los segundos rumbo al Tribunal Supremo. «He vuelto de Bruselas para que no os sintáis abandonados. Cataluña es lo primero».
Posteriormente, ya ante la señora juez Carmen Lamela, el héroe de la independencia catalana, ha asumido la máxima responsabilidad, eximiendo de ella a sus subordinados. «Señoría, como presidente de la República de Cataluña, me presento ante su señoría, rogándole que las leyes del Estado Español se apliquen exclusivamente a mi persona». Una actitud así, seamos sinceros, no es habitual en la política.
La vista e interrogatorio ha durado más de cuatro horas, y finalmente, «Carles el Pilós» ha oído con una frialdad y una fortaleza de ánimos infinitas, la decisión de la juez del Estado Español, que no ha sido otra que ordenar su inmediato ingreso en prisión. «Tan sólo, señoría, le rogaría un detalle de humanidad. No deseo ingresar en el mismo centro penitenciario que los Jordis, que son pesadísimos. Prefiero Alcalá-Meco o Herrera de la Mancha». La juez ha accedido a la petición del heroico «Carles el Pilós», y ahora, cuando escribo, camino va de la manchega prisión donde será recibido con los honores que merecen los héroes incomprendidos.
Me arrepiento de haber escrito que «Carles el Pilós» es un «caganer». Un hombre que vuelve del exilio voluntariamente a sabiendas de su enrejado futuro, es acreedor a la admiración y reconocimiento de sus más enconados adversarios. Ha renunciado a las comodidades de «le Plat Pays» de Jacques Brel, con sus restaurantes de lujo, sus maravillosos chocolates y su confort asegurado. Y todo, por no abandonar a los suyos, prueba inequívoca de su capacidad de liderazgo. Ha desistido del tibio ambiente de Gerona a cambio de asumir la plena responsabilidad de una pequeña travesura que el Estado Español opresor ha calificado de delito de rebelión, sedición y malversación de dinero público. Y esto último, por un pequeño pago a Julián Assange y Yoko Ono de poco más de dos millones de euros. Lo que se llama un despiste contable. Es cierto que ese dinero estaba reservado para pagar parte de la deuda que tiene la Generalidad con las farmacias de Cataluña, pero tampoco hay que ponerse así. El apoyo de Assange y Yoko Ono era imprescindible para alcanzar la gloria de la independencia. Una declaración de independencia, ya sea unilateral o pactada, no puede llegar a buen fin si Yoko Ono no está entre las bambalinas gozosas del logro cumplido. Pilar Rahola, La monja argentina, Karmele Merchante y Yoko Ono, las cuatro columnas femeninas de la Cataluña independiente.
Deploro la situación de «Carles el Pilós». Mientras sus compañeros de travesuras ingresan en Soto del Real, el gran jefe lo hace en Herrera de La Mancha con una dignidad y aplomo admirables. Me desdigo. No es un «caganer» cobarde que abandona a su gente. Es un héroe táctico que ha asumido la derrota y se ha entregado al brutal enemigo. España. Pero ha dado la cara, que es lo importante.
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