Fútbol

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El plumero

La Razón
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En apenas dos meses han descubierto los rivales del PSG cómo desestabilizar a Neymar para que acabe expulsado. El público le confunde con una caseta de tiro al blanco, la temperatura del brasileño se dispara, protesta al árbitro, amarilla, y dos minutos después recibe cuatro pataditas y monta en cólera. Segunda amarilla. A la ducha. Le faltó sangre fría, reconoció después del agua.

En la Copa Confederaciones de Brasil, que la «amarelha» ganó por 3-0 a España en la final que inició el descenso a los infiernos de la Roja, el jugador que más faltas cometió, en todo el campeonato, fue Neymar. Recibe mucho y reparte proporcionalmente. En Francia le han visto el plumero y como no aguanta una china en el borceguí es presa fácil.

Ney pierde los estribos si le hierve la sangre; otros experimentan el punto de ebullición sin arrimarles una cerilla. Les basta con una dosis prolongada de «agitprop» a miles de kilómetros de distancia para saltar. Verbigracia, Pep Guardiola. No le duelen prendas al declarar que Qatar es «un país abierto», aunque esté bajo sospecha de la organización Human Rights Watch, ni al brindar un triunfo del Manchester City a los «Jordis» o al declarar que el día en que el Gobierno español anunció la aplicación del 155 si Puigdemont y adláteres no volvían a la legalidad, «fue triste para la democracia». El ex seleccionador español de baloncesto Javier Imbroda le contesta: «Escuchar hablar a Guardiola de democracia y del ‘‘pueblo’’ es como escuchar a Falete hablar de la dieta mediterránea. Y que me perdone Falete». En tiempos convulsos, ocultar el plumero es imposible.