José María Marco
El precio de la manipulación
Como era de esperar, por desgracia, el anuncio de una nueva legislación sobre el aborto ha lanzado al PSOE a una campaña que reduce un asunto tan grave y tan delicado a su dimensión partidista, ideológica o de defensa de un grupo de población. Sin embargo, la interrupción voluntaria del embarazo desborda con mucho cualquiera de estas dimensiones y quien quiera reducirlo a ellas comete un error de bulto.
El asunto del aborto, efectivamente, no es una cuestión abstracta y general. Se refiere siempre a una mujer concreta enfrentada a una posibilidad dramática –la más dramática de todas– ante un embarazo inesperado y no querido. Resulta más que aconsejable que el legislador tenga en cuenta todas las dimensiones del hecho. No sólo la perspectiva de la mujer: también la del ser vivo del que esa mujer va a ser madre y que para entonces, y sin duda mucho antes, será un ser humano. No hay forma de borrar o censurar la diversidad de perspectivas ante una circunstancia en la que está en juego la vida misma, y que por tanto afecta siempre a más de uno.
Tampoco es un asunto ideológico. La interrupción voluntaria del embarazo puede ser un recurso de última instancia en determinadas circunstancias, pero no debería ser considerado un derecho al mismo título que otros, porque afecta al derecho a vivir de un ser humano o de un futuro ser humano, tanto da. La vida humana es intocable y sólo en determinadas circunstancias, muy contadas y codificadas, podemos tener derecho a interrumpirla. Esto no es ideología. Constituye la base misma de una sociedad habitable, civilizada, humana. Todos, con independencia de nuestra ideología, viviremos mejor en una sociedad en la que la dimensión humana de nuestra vida sea antepuesta a cualquier otra consideración. También requiere de los gobiernos una atención especial a la protección de los más frágiles, de los que el modelo más claro es el ser absolutamente dependiente, y absolutamente inocente, que está por nacer en el seno de su madre.
Finalmente, el asunto del aborto no es un asunto partidista. En nuestro país, como en todas partes, desborda las líneas de separación entre izquierda y derecha, y, todavía más, las que separan los partidos políticos. Reducirlo a esa dimensión es empeñarse en vivir fuera de una realidad infinitamente más compleja, que siempre acaba cobrándose el precio de esa ceguera política además de humana.
✕
Accede a tu cuenta para comentar