Nacionalismo
El precio del billete
La vida es como un viaje. Los primero y más esencial es decidir a dónde vas. Después, saber qué vía o medio de transporte puedes utilizar y no viene nada mal estar al corriente del tiempo que se tarda en el trayecto. Y por último, aunque suele ser los más determinante a la hora de decidir si emprendes o no la travesía, está el coste del pasaje. Esta vital información es una de las cosas ha faltado y sigue faltando en Cataluña. Desde hace 40 años, los separatistas han tenido claro que su objetivo era la República Catalana. También que en el recorrido iban a ir ocupando espacios, para lo que era esencial expulsar todo lo español de la vida pública, ahormar la Educación y domesticar a periodistas y medios de comunicación. Lo único en lo que no repararon, porque todo marchaba miel sobre hojuelas y parecía muy fácil, fue en el precio del billete. Gran culpable de esta fatal ignorancia han sido los sucesivos gobiernos españoles. De hecho y hasta que no vieron a Junqueras entre rejas, a Forcadell pagando fianza y a grandes empresas trasladando sus sedes sociales a Madrid, Valencia o Zaragoza, la inmensa mayoría de los entusiastas del «procés» ni imaginaba lo cara que podía salirles la broma. Si apostamos por la unidad de la Nación Española, es clave subsanar esa carencia de información. Y eso exige que quienes proclaman que no nos quieren, nos tildan de vagos, consideran a nuestros hijos impuros y desprecian nuestra cultura y tradiciones, se enteren de lo que vale un peine. Doy por supuesto que los jueces, ajenos como deben ser a los vaivenes de la política, van a seguir aplicando la ley y emplumando golpistas y malversadores, pero paralelamente hay que impulsar una enérgica y pertinaz campaña ciudadana. Si el obispo de Solsona y sus 400 curas trabucaires quieren ondear la estelada en misa de doce, que lo hagan, pero que vayan pidiendo ya a los de la CUP que marquen la casilla de la Iglesia en la declaración de la Renta, porque nosotros no lo vamos a hacer. Los joyeros Tous han decidido mantener en su Fundación a la monja Caram y a Pilar Rahola, algo que son muy libres de hacer, pero que no me esperen como cliente estas Navidades. No seré yo quien promueva el boicot, pero voy a hacer lo mismo con el del cava, el de los caldos y todos esos millonarios que apuestan contra nosotros y nos desprecian. Ya verán cómo aflojan, cuando empiecen a ver números rojos en la cuenta de resultados.
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