Caso Nóos

El silencio de García Revenga

La Razón
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Carlos García Revenga, funcionario de la Casa del Rey y secretario de las infantas Elena y Cristina entre 1993 y enero de 2015, declaró ayer en el juicio del Caso Nóos. Empezó reconociendo –estaba en un juicio– que tanto el entonces jefe de la Casa Real Alberto Aza como José Manuel Romero, conde de Fontao, no le informaron de las gestiones realizadas en 2006 para que Iñaki Urdangarin abandonase el Instituto. También dijo que aceptó figurar como tesorero de la sociedad porque le daba «suficiente garantía» que en ella estuviesen la Infanta, Iñaki Urdangarin y Diego Torres. «No tenía responsabilidad y tampoco me pidieron nunca nada». Pero quería fijarme sobre todo en la parte final de su declaración. Cuando le preguntaron sobre su salida de Nóos, dijo que abandonó el Instituto por la misma razón por la que entró: porque se lo pidió Iñaki Urdangarín. «Una de la cosas que he hecho toda mi vida en la Casa es que yo nunca pregunto si no me dicen».

Naturalmente, a muchos podrá parecerles estúpida y trasnochada esta actitud, fruto de la actitud más servil de los funcionarios del Antiguo Régimen. Y es verdad que esta forma de comportarse no vende, como no vende el servicio y la disponibilidad.

Quizá algunos hubieran entendido y aplaudido mucho más que, ya que ha sido rescindido su contrato en la Casa y sobrevive ahora cobrando un paro que no llega a los mil euros, se hubiera paseado por las tertulias y programas que tan bien pagan los escándalos, cotilleos y revelaciones varias. Pero no ha sido así.

Recuerdo que hace ya bastantes años, en una de aquellas recepciones del Campo del Moro en la que las fuerzas vivas del Estado celebraban el santo del Rey Juan Carlos, me pasé un buen rato charlando con el entonces capellán de la Casa. Cuando terminé, se me acercó un funcionario, que trabajaba en la oficina de Relaciones con los Medios, y me dijo que aquellas conversaciones eran siempre privadas. Me molestó tanto que le contesté que mis conversaciones eran siempre privadas. Dio media vuelta y se fue. Quizá por eso siempre he admirado el silencio y el servicio. Especialmente el de los militares y misioneros, sobre todo cuando van a un destino en el que se juegan la vida. Sirven a su país y a los demás. ¿Puede haber algo más grande?