Cristina López Schlichting

El tesoro de la Iglesia

La Razón
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Cada vez más gente aprecia a la Iglesia. Nueve millones de personas marcan la x en el IRPF, un 35 por 100 de los contribuyentes. La cifra ha crecido nada más y nada menos que en casi un millón en los últimos diez años. Si hay algo que muestre lo que verdaderamente nos importa, es el bolsillo. El secreto de la admiración por los católicos está en la vista. Hay muchísima propaganda contra la Iglesia, se habla de sus tesoros incontables, se acusa a los curas (a todos) de laxitud con la pederastia, se aplaude que haya políticos que entren a los templos a burlarse de los fieles, se miente diciendo que tenemos exenciones fiscales injustas. Sin embargo, la gente ve a las religiosas en los barrios ocupándose de hacer deberes con los niños cuyos padres trabajan; conoce a los voluntarios de la parroquia que llevan Cáritas; cuenta sus cuitas al sacerdote cuando no tiene quien le escuche; sabe que allí donde ya no queda nadie, donde se han marchado las ONG y los organismos internacionales, siempre queda un misionero. Es difícil combatir con propaganda lo que se ve, por eso la gente destina parte de su dinero a la Iglesia. Por eso y porque sabe que los curas ganan 900 euros y que no hay forma más humilde de vida que un convento, una misión o una parroquia. Tanto se ahorra, tanto se mira el dinero ajeno, que las consultoras calculan que cada euro donado rinde como 2,26. No hay mejor forma de hacer crecer el donativo destinado a la caridad que ponerlo en manos de los católicos. Es difícil acallar todo esto con simples descalificaciones porque, sólo en centros sociales, la Iglesia ha atendido cuatro millones de usuarios entre pobres, prostitutas, presos, familias con problemas, enfermos o ancianos. Si la actividad generada por las iniciativas eclesiales (fiestas, procesiones, celebraciones sociales de sacramentos) incrementa el Producto Interior Bruto de España en 3 puntos, ¿por qué persiste la animadversión? El nuevo Gobierno valenciano, por ejemplo, ha procedido a suspender los conciertos con los colegios católicos: ¿cómo, si la escuela concertada es más barata, es buscada por muchos padres y ahorra al Estado 2.692 millones de euros? Hay un prejuicio contra la Iglesia, estrictamente ideológico, que se alimenta por razones electorales. Es muy fácil vender a ciertos sectores anticlericales maduros o a los jóvenes que la Iglesia va a ser un comedero del que sacar dinero para financiar más justamente España. Pero eso es mentira. Siempre que se han realizado ataques de este tipo, sea expulsando órdenes religiosas para controlar sus colegios, sea desarrollando desamortizaciones para quedarse con sus bienes, el resultado lo han pagado los españoles desfavorecidos. Esto lo sabe Pablo Iglesias, por ejemplo, que anuncia a bombo y platillo que le gusta Francisco, pero luego aplaude que Rita Maestre entre en sostén en una capilla a molestar a los que están rezando. No sé, me parece poco racional y práctico.