Alfonso Ussía
El tonto «bien»
Es el más tonto de todos los tontos. El tonto de lo que antaño se definía como «buena familia» o «familia conocida». Se trata de una especie recurrente que no está en peligro de extinción. El tonto «bien» se caracteriza por su esnobismo de izquierdas. Resulta original en las cenas y es habitualmente requerido. El tonto «bien» sólo tiene un objetivo vital. Parecer original. Días atrás me llamó uno de los tontos «bien» más tontos de cuantos tontos «bien» tengo la desgracia de conocer. El motivo de su llamada, bastante extravagante. «Alfonso, como te habrán comentado, he votado a Podemos». Nadie me había comentado semejante memez. Se lo dije y quedó muy decepcionado.
Este tonto «bien» no ha pegado con un palo al agua en toda su vida. Disfruta de una holgada fortuna y pertenece a los mejores clubes de España. Ha leído el «Ulises» de Joyce en diferentes tramos de su vida, lo que da a entender el nivel de su majadería. Fue de los primeros de mi generación en llevar los pantalones vaqueros con agujeros en las rodillas. En las mujeres quedan muy bien, pero en los hombres son ridículos. Por supuesto, profusamente barbado y con estudiada medida en el límite del desajuste higiénico. Se lo decía una de las tías a las que heredó: «Oye guapo, monín, si quieres acompañarme a merendar a "Embassy"pasa por la ducha».
Ahora vota a Podemos. Pasó por el PSOE y por Izquierda Unida, pero ha superado el encanto de los partidos tradicionales. Según me cuentan, ya le han trincado un buen pellizco de su pasta gansa para financiar viajes de promoción. Cuando le pedí que me definiera al Coletas lo hizo como si hablara de Snoopy. «Es alucinante». Los domingos se baña, se peina, se pone una corbata, se viste con elegante dejadez y come con la única tía que le queda por heredar. «Es increíble. Ya he heredado a cinco tías. Alucinante».
No hizo el Sevicio Militar porque se declaró «Objetor de Conciencia». Su conciencia le impedía desfilar con un arma al hombro. No obstante, de cuando en cuando se le olvida y acude a las más exclusivas cacerías, de pelo y pluma. Cuando se viste de verde-campo no se acuerda de Podemos, por razones de ponderada prudencia. «Menos mal que Papá no vive, porque se hubiera enfadado mogollón conmigo. Alucinaría. Era de otra época, el pobre».
Vive en un hotel. Vendió su casa «para no tener que ocuparme del servicio, que es una lata». Marica de los de antes, es decir, sujeto a gritillos y ademanes. Cuando heredó a la cuarta tía se quejó amargamente de la plata: «Estoy de bandejas de plata, de cajas de plata, de ceniceros de plata y de cubiertos de plata hasta los mismísimos bolondrios. Alucinante lo que les gustaba a los antiguos la plata».
La verdad es que hablamos muy contados minutos. «No seas faltón con Podemos, que hay gente alucinante, y es mentira lo que decís de ellos, los de derechas». Mi tonto «bien» es de esos tipos que no saben terminar una charla. «Bueno, que lo sepas, apoyo a Podemos, ¿qué tal el verano? El mío, aburridísimo, pero no puedo quejarme porque hay muchísima gente que no puede veranear, y me parece fatal, fatal, alucinante que no puedan veranear, ¿qué tal tu verano? Muchos recuerdos a todos, ya sabes que a pesar de todo, te considero un amigo de los de siempre, de los de verdad, de los que nunca me han fallado».
Pues le fallo por primera vez. Gilipollas.
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