Papeles de Panamá
El undécimo mandamiento
Hay quien sostiene que hemos perdido temporalmente el oremus, pero empiezo a sospechar que no se trata de algo transitorio y que nos hemos agilipollado irremediablemente. Como país, como grupo humano.
Es más que evidente que los Diez Mandamientos han perdido fuerza entre nosotros y que alguno, como el que prohíbe desear la mujer del prójimo o codiciar los bienes ajenos, ha caído en desuso. En cualquier caso y a pesar del relajo consustancial a la modernidad, coincidirán conmigo en que el quinto, el que dice taxativamente «no matarás», es innegociable. Quizá por eso, darme de bruces este domingo en Twitter con un mensaje de Izquierda Unida celebrando como «buena noticia» ver «libre a Otegi» y deseando ver pronto fuera de la cárcel «a más presos políticos, como Alfon o Bódalo» me ha dejado un amargo sabor de boca. Topé con el vomitivo tuit poco antes de ver la entrevista que Évole le hacía a Otegi y cuando ya había arrancado en Bilbao una manifestación de carniceros etarras. De Évole, al margen de que podía haberse ahorrado el colegueo y esa foto promocional abrazado a Otegi, no diré nada, porque ejerció de periodista y planteó a su manera las preguntas necesarias. Me interesan los otros. Nunca me ha chocado que los asesinos sigan satisfechos de sus tropelías. Lo que me dejaba perplejo antes, es que salieran a arroparles miles de vecinos teóricamente «normales». Ahora ya ni eso, porque he llegado a la conclusión de que una parte sustancial de la sociedad vasca, incluidos empresarios, políticos, profesores, amas de casa y curas, está moralmente enferma.
Lo que no trago es que en el resto de España, gentes que no han vivido inmersas en el tóxico pudridero nacionalista, que han contemplado el macabro espectáculo con cierta distancia y sobre el papel, siguen en sus cabales, sintonicen con los matarifes. El tuit de IU, borrado a toda prisa porque no conviene electoralmente, es un calco del que subió Alberto Garzón celebrando que la UE echara atrás la «doctrina Parot» y salieran de prisión, con menos de un año por víctima, un montón de verdugos. Y se parece como dos gotas de agua a los que llevan años difundiendo Pablo Iglesias y sus cuates. Y todos siguen tan campantes, pontificando con cara de monaguillos en televisión y mimados por los medios de comunicación. No sé si ha llegado el momento de añadir un mandamiento, subrayando que peor que esconder dinero en Panamá es traerlo manchado de sangre de la Venezuela chavista o del Irán lapidador.
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