Julián Redondo
El ungüento amarillo
Según un estudio del economista José María Gay de Liébana, publicado al final de la pasada temporada, el Atlético es el club más endeudado de la Liga de Fútbol Profesional, 542 millones de euros, dos millones más que el Real Madrid. Los dueños del Atleti reconocen que deben 450 millones, incluidos los 80 de Hacienda. Pero entre los 110 millones avalados por Enrique Cerezo y los fichajes efectuados con esos fondos de inversión que dan grima a la UEFA y a la FIFA, el equipo lleva un trienio de alterne con la «creme de la creme», hábilmente instalado en la «jet» y resulta que, a pesar del agujero, ha hecho tilín a un magnate chino cuya carta de presentación es la propiedad del Edificio España, que adquirió al Santander por 265 millones de euros.
A Wang Jianlin también le gusta el fútbol y ha decidido invertir 45 millones en el Atlético de Madrid, migajas de su fortuna, y adquiere así un 20 por ciento del club. A Simeone la noticia le ha provocado esta declaración: «Si seguimos creciendo, no me muevo de aquí».
Por la inyección económica y por ese inesperado juramento de amor eterno del entrenador, la afición colchonera está de enhorabuena. El ungüento amarillo del Jianlin invita a creer que cada 30 de junio ya no será necesario dar la vuelta al equipo como a un calcetín, ni habrá que vender a las figuras, ni jugar a la ruleta rusa con determinadas contrataciones, ni hacer equilibrios y juegos malabares para mantener el estatus recuperado; aunque en este sentido es justo reconocer la pericia de los ojeadores de la secretaría técnica atlética. Gil Marín ha pescado un pez llamado Wanda, y no precisamente en el Manzanares.
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