Julián Redondo

Embrujados

La Razón
La RazónLa Razón

Y si sólo fuera fútbol, sin vergonzosas algaradas en el graderío, sin ofender a los símbolos, a quienes los representan y a quienes se sienten representados por ellos. Si sólo fuera fútbol, sin insultos ni silbatinas inadmisibles, cuánto más ganaría el Barça, dechado de magia, fantasía y malabares. ¡Qué exhibición frente al Valencia!, anonadado y perdido, sin excusa pese al grosero y violento plantillazo de Mathieu a Danilo, que ni roja ni amarilla. El árbitro no vio la falta. Hasta para eso tiene gracia el Barça. Mathieu lesiona a Danilo y no se percibe. Tan distinto de Filipe Luis, violento por un día y suspendido un partido después del escándalo. Al Barcelona le sonríe la fortuna porque se afana en buscarla. En esa dinámica le benefician con penaltis dudosos que dejan con diez al Valencia, hundido cuando opositaba a la suerte perra y Gary Neville se desgañitaba en la banda. Nadie le entendía. Ni los suyos.

Si sólo fuera fútbol, cobraría una dimensión excepcional ese fabuloso espectáculo, de caerse la baba, que brindó el equipo de Luis Enrique. Con Neymar, que juega a lo que otros practican; muchos se quedan en el intento. Con Busquets e Iniesta, que ojalá lleguen así, como están ahora, al junio francés. Con el menos artista Suárez, pero que ve goles donde otros advierten complicaciones. Fútbol elegante y divertido a la medida de Arda y Vidal con Messi de maestro de ceremonias. Fútbol que hace mejores a sus jugadores. Embelesan, corren y presionan. Todos. Embrujan y no dan un balón por perdido; aceleran, triangulan con precisión, taconean y golean. Purísima fantasía. ¿Quién les ganará? ¡El día tonto!, o un equipo que no huela a cadáver. Y si sólo fuera eso, fútbol, los borregos no saldrían de casa para pitar.