Julián Redondo
En casa, por Navidad
Hasta los mismísimos dídimos tenía que estar Fernando Alonso de Ferrari para, con contrato en vigor que expiraba en diciembre de 2016, cambiar una escudería emblemática por otra de la que salió escopetado después de que Ron Dennis prefiriera hacerle ojitos al compatriota Hamilton. El fichaje empezó a cocerse cuando Honda, proveedor de motores para McLaren, se empecinó en que al volante de uno de los dos bólidos de la factoría de Woking tenía que sentarse el asturiano. Hace un año de eso, tiempo en que el «Cavallino» dejó de ser rampante para transformarse en mulo de carga.
Las perspectivas en Ferrari para los dos próximos años son tan oscuras que Alonso ha preferido fumar la pipa de la paz –hasta que se apague– con Dennis a perder otros dos cursos. Después de un lustro en la «Escudería» y tras sumar tres subcampeonatos y terminar 2014 sexto en el Mundial, la cuesta abajo se hizo tan pronunciada que atendió a los japoneses, que no le garantizan en 2015 un vehículo con mejores prestaciones que el rojo del que se ha bajado. Tenía que estar más quemado que el tubo de escape del Ferrari para tomar una decisión así. O los nipones le han convencido de que el monoplaza no le va a defraudar o se ha agarrado directamente al dinero al firmar su último o penúltimo contrato. Su caché es el más elevado de la F-1. No ha perdido valor como piloto, al contrario. A las cualidades que nunca le han discutido, añade la experiencia de sus 33 años. En el otro volante, Button, 34 inviernos, campeón en 2009 con el cohete que le fabricó Ross Brawn y dispuesto a colaborar con Fernando, afirma, para devolver la gloria a McLaren.
Hay un periodista deportivo que cada vez que el jefe le echaba la bronca en antena, cerraba los ojos y se palpaba la cartera. No hay que descartar que Alonso le imite si el coche funciona peor de lo que se piensa y el armisticio que ha firmado con Dennis se va al cuerno. Vuelve a casa por Navidad, cierto; pero parece imposible que quienes terminaron tan mal, sin dirigirse la palabra en años, ahora se vayan a dar el piquito. Por el bien de Alonso, y por la emoción que la Fórmula Uno adquiere en España cuando él compite con un coche de verdad, que de aquel incendio no quede rescoldo.
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