Historia

En el nombre del padre y del hijo

He leído varias veces el comunicado de Jordi Pujol Soley en el que confiesa que su familia posee cuentas fuera de España que nunca han sido declaradas. El documento tiene un valor intrínseco extraordinario, político y personal. Dice el ex presidente de la Generalitat que ese dinero lo dispuso su padre, según sus últimas voluntades, para sus siete nietos y para su nuera, dado que Florenci Pujol Brugat consideraba que la inclinación de su hijo por la política, en vez de seguir con los negocios, era un error, sobre todo después de haber conocido los difíciles años 30 y 40. Suponemos que se refería a que se repitieran la confiscación de capitales durante la guerra civil y que la política no permitiera al pupilo llevar una vida holgada. «Tenía miedo de lo que podía pasar, y más de lo que podía pasarle a un político muy comprometido», que era él mismo. Es decir, ese dinero estaba en cuentas de Suiza por si la familia Pujol Soley debía exiliarse. Pero no fue para tanto. Pujol Soley pasó dos años y medio en la cárcel por los conocidos en los anales del nacionalismo como «hechos del Palau de la Musica», en 1960: interpretó el «Cant de la Senyera» ante las autoridades del régimen. Desde entonces, todo fue paz y tranquilidad y los problemas políticos que tuvo fueron siempre de índole financiero. Lo fueron en 1984 con Banca Catalana, que fundó con su padre, y lo son ahora, también bajo la sombra paterna. Por cierto, el señor Florenci Pujol tuvo que ser muy asustadizo porque años antes, en 1959, ya había aparecido en una lista de personas, todos prósperos hombres de negocio en el franquismo, que habían evadido importantes sumas de dinero. Al final del comunicado se detecta una significativa mutilación, tal vez de una lectura de última hora. Dice: «...les pido que sepan separar los errores de una persona –por muy significativa que haya sido–»... Pero no dice de qué hay que separarlos. ¿Del España nos roba?