Alfonso Ussía

En El Retiro

Alicia Huertas es una magnífica escultora, que ganó hace un año el concurso convocado por el Ayuntamiento de Madrid para crear el monumento en homenaje a Antonio Mingote. Conocí a Alicia cuando me llevó a su estudio para mostrarme el proyecto, en estado muy avanzado, del monumento a Don Juan De Borbón que le habían encargado. Una inmensa figura completa de Don Juan que ahí sigue, porque falló la financiación. Por fortuna, en el caso de Antonio Mingote han cumplido todos. El Ayuntamiento con la alcaldesa al frente, las entidades privadas que han colaborado, la mujer de Antonio, Isabel Vigliola, la escultora y El Retiro, del que el desaparecido y grandioso genio era Alcalde Honorario.

El Retiro, era para Antonio, una finca particular que generosamente cedía, para su gozo y esparcimiento, al pueblo de Madrid y sus visitantes. Conocía sus árboles uno por uno, y si en sus paseos se topaba con un castaño de indias pachucho, un cedro con fiebre o un plátano enfermo, se preocupaba por ellos y lo comunicaba a los responsables del parque. Antonio disfrutaba del otoño, lamentaba la desnudez del invierno, seguía paso a paso el crecimiento de las yemas en el renuevo, y se sentía feliz cuando su Retiro lucía, a partir de mayo, con todo su esplendor. Vivía a veinte pasos de su campo, el campo que a todos regalaba, lo paseó durante toda su vida, lo dibujó en sus bancos de descanso, y cuando le llegó la hora malvada de la despedida, pasó su última noche sobre la tierra en el pabellón de los Jardines de Cecilio Rodríguez, que la alcaldesa Ana Botella puso a disposición de su definitivo silencio.

Aunque aragonés nacido en Sitges, Antonio resumía en su carácter todas las virtudes y ningún defecto del culto casticismo madrileño, hasta en el tono de sus hablares. Fue querido por todos los Alcaldes de Madrid de la transición y la democracia, José Luis Álvarez, Enrique Tierno Galván, Juan Barranco, Agustín Rodríguez-Sahagún, José María Álvarez del Manzano, Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Botella. Tierno Galván le entregó el bastón de mando de Alcalde Honorario del Retiro. Álvarez del Manzano cubrió con sus espectaculares dibujos la Puerta de Alcalá y Ana Botella ofreció cobijo, cariño y respeto a sus restos mortales. En El Retiro, y sólo ahí, tenía que ubicarse su monumento, y así se ha hecho.

Antonio, que también era un gran militar, amó a España apasionadamente, pero en los últimos años de su vida estaba un bastante hasta el gorro de los españoles. Le indignaba el pujante y atroz crecimiento de la estupidez nacional. Le mortificaban los nacionalistas y los paletos. Le abrumaba la educación, o mejor escrito, la mala educación de los nuevos españoles. Antonio era un personaje de otro siglo, cortés, educado, señor, observador y – muchos lo ignoran-, el más culto y formidable conversador que he conocido. No le gustaban las masas. Más de diez personas eran para él una muchedumbre.

Alguno de esos rasgos característicos de Antonio los recordó Isabel en sus palabras ante el busto de su amor, compañero y marido. No pude estar con él en su nacimiento en bronce. Me ha gustado que Alicia Huertas haya optado por inmortalizar a Antonio en sus tiempos más luminosos y felices. Me acercaré hoy, en soledad, para abrazarlo, porque también, a un paso del Retiro, siempre con su parque a mano, durante más de veinte años Antonio y el que escribe arreglaron y desarreglaron las cosas de España y el mundo comiendo mano a mano en el «Club 31» inmediato a la Puerta de Alcalá.

Y esta tarde, cuando vaya a visitarlo, le contaré que estamos mucho peor que el día que se fue, que se ha ahorrado muchos disgustos, y que allá donde esté, desde su bondad y talento nos ampare.