F. C. Barcelona
En la boca del lobo
Laporta echó a los ultras del Camp Nou y Tebas, a raíz de la muerte de Jimmy, emprendió una cruzada desde LaLiga para erradicarlos. Que el ambiente en el fútbol ahora es más respirable y el graderío, un lugar más habitable es tan evidente como que esos degenerados están en vías de extinción; pero no han desaparecido del todo porque hay presidentes que no se atreven a disolverlos. No debe ser fácil borrarlos de la faz de los clubes. Tienen más poder que escrúpulos y peores artes que vergüenza. Amenazan, intimidan, cohiben. Lo curioso de este fenómeno es que una vez apagado se le ocurra a un club echarle gasolina para revitalizarlo. Es lo que ha hecho el presidente del PSG, Nasser Al-Khelafi.
El jeque, que posiblemente tenga la sangre más caliente que noble, después de invertir millones y millones de euros en una plantilla que no le ha metido la Liga de Campeones en la sala de trofeos, ha pensado que la solución no está en el césped sino en la grada. Pasó por alto que en 2010, después de una pelea entre las dos facciones ultras del PSG, murió un hincha. El asesinato removió las entrañas del Gobierno galo, que, una vez localizados los 13.000 pandilleros, les prohibió la entrada no sólo al Parque de los Príncipes sino en cualquier otro recinto deportivo del país. En octubre pasado, el dueño catarí quería más ambiente en el estadio y abrió el grifo a mil sujetos de aquellos barros. Dentro de dos semanas, el lodo podría llegar al Camp Nou y el problema será azulgrana. No hay un escorpión que renuncie a su naturaleza. El jeque se ha metido en la boca del lobo.
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