Pedro Narváez
En «streaming»
Llegan los saltimbanquis de Arco con su troupe antaño provocadora a decirnos qué es el arte contemporáneo ahora que de Umberto queda el Eco de lo que este mundo fue algún día. Tal vez lo que estamos viviendo en la escena política no es más que una de esas largas «performances» que necesitan aún más días para ser explicadas, en las que el pie de página es un libro entero, una adenda para los no iniciados en la disciplina críptica. Acuérdense cuando al comienzo de las negociaciones los líderes emergentes, encabezados por la verborrea de coleta morada, prometían transparencia. Luz, más luz, y hasta conversaciones transmitidas en «streaming». Pero las únicas noticias de las nuevas pantallas sólo han llegado de la realidad virtual del Congreso Mundial de Móviles de Barcelona.
En la Cámara Baja, los padres de la patria, incluso los que quieren acabar con ella, estaban el lunes fuera de cobertura, jugando al despiste con la Prensa que siempre los acaba encontrado haciendo manitas en una sala contigua. Aquella noche Pedro Sánchez salía del edificio de los leones embozado, casi huyendo, mochila al hombro, como si le persiguiera algún funcionario del Ministerio del Tiempo. Las primeras impresiones de la nueva política es que es mentirosa. Dice lo que queremos oír pero luego se escuchan entre sus mandamases.
El Congreso se convirtió en una de esas comedias de puertas giratorias en las que se cruzan personajes antagónicos para disfrute del respetable que se desternilla ante la pillada en esas escenas de infidelidad en las que siempre hay un personaje en salto de cama. Sánchez y Rivera, que el fin de semana mandaron a sus chicas a la Pasarela Cibeles, buscaban la intimidad para el mítico salto del tigre para luego salir del armario y declarar que pasaban por allí y que se les fue el santo al cielo. Y Pablo Iglesias en el papel de ente mancillado, viendo desde cualquier web, esta vez sí en «streaming», que mientras su Errejón participaba en una reunión a veintidós, una asamblea de personajes secundarios en la que algunos ni tomaron la palabra, la cama con dosel la ocupaban sólo dos y él no era uno de ellos, compañeros y compañeras. Cómo es posible.
Comedia política en el gran teatro del mundo. Ahora entiendo que los diputados de toda la vida pasasen el verano jugando al mus. Después de la «performance» llega el primer cuadro: Pedro Sánchez no suma todavía y Albert Rivera ya es oficialmente más de centro izquierda que hace una semana. En la negociación, nada de pantallas curvas ni realidad virtual a lo Zuckerberg sino el estilo casero de «Cuéntame».
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