Alfonso Ussía
Endurecer sanciones
La terminología política se incrusta cada día con más fuerza en los ámbitos del humor. La ONU, esa reunión de vagos que no sirve para nada, ha pasado de «endurecer sanciones» a la dictadura venezolana a permitir que Maduro, el golpista asesino, intervenga en el Consejo de Derechos Humanos que se celebrará en Ginebra. El mejor puesto de trabajo del mundo es el de Secretario General de la ONU. Percibe un sueldo fabuloso por endurecer sanciones. Después de endurecerlas, invita al sancionado a perorar en una tribuna extravagante. Igual que Josu Ternera, el terrorista de la ETA que fue presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco. Maduro, el responsable de tantas muertes en Venezuela, torturas, detenciones arbitrarias, beneficios del narcotráfico y la ruina de su país, hablará de los Derechos Humanos en la ONU.
Su bomba de hidrógeno es diez veces más destructiva que las atómicas que depositaron los norteamericanos en Hiroshima y Nagasaki. Kim-Jong-Un se ha pasado, y la embajadora de los Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, planteará al Consejo de Seguridad el endurecimiento de sanciones económicas a Corea del Norte. Ya entiendo la risa contagiosa de Kim-Jong-Un y de sus generales, que son los militares con la gorra más rara del mundo. Así, mientras la ONU endurece sanciones, Corea del Norte seguirá provocando a Corea del Sur y Japón, que probablemente también se sumarán al endurecimiento de sanciones contra Kim-Jong-Un hasta que la bomba de hidrógeno les explosione en la chochola. Será entonces cuando la ONU, indignada, reunirá de nuevo al Consejo de Seguridad y después de un extenso debate adoptará la medida que más teme Kim-Jong-Un. Ser objeto de un severo regaño internacional. El regaño internacional supera en gravedad al endurecimiento de sanciones. Un dirigente regañado por la ONU lo pasa muy mal. Si tiene cuajo, puede soportar el endurecimiento de sanciones, pero lo del regaño internacional es demasiado para cualquiera. Como los terroristas, que lo que más temen es una «enérgica repulsa» del Parlamento español. Se lo dijo De Juana Chaos a Santi Potros. «Mucho cuidado con las enérgicas repulsas. Nos tienen rodeados». Para terminar con la hambruna en los países más pobres de la tierra, la ONU «optimiza recursos». Muy eficaz y bondadoso. Para mí, que el próximo Secretario General de la ONU tendría que ser el padre Ángel, que optimiza religiones verdaderas y si no habla, desarrolla una admirable labor. Sucede que le gusta más la popularidad que a Inés Sastre el amor verdadero y desinteresado. Pero ni el uno ni la otra merecen un endurecimiento de sanciones, que tampoco es para tanto.
En España, el que sí merece un endurecimiento de sanciones es Puigdemont, e incluso, en un alarde de valentía del Gobierno, un regaño público. Pero un regaño público de verdad, de los que duelen. Como el de Izquierda Unida cuando la ETA alcanzó los setecientos asesinatos de inocentes. Lo recuerdo perfectamente. En aquellos tiempos, Rosa Aguilar era la voz de Izquierda Unida, y se oyó con fuerza y responsabilidad. «Ha llegado el momento de decirle a la ETA: ¡Basta ya!». Todavía se me granula la piel como carne de gallina cuando lo evoco. Qué mal le tuvo que sentar aquella contundencia a la ETA.
En el Mar de la China se puede iniciar una guerra nuclear que podría ayudar a que desapareciéramos del mapa los seres, racionales e irracionales, que habitamos la tierra. Kim-Jong-Un, además de comunista, está como una cabra, y es capaz de liarla en menos que canta un gallo. Por fortuna y para nuestro bien tenemos a la ONU atenta y dispuesta a endurecer sanciones. Es lo que hay, y ello me tranquiliza. Un «¡Basta ya!» a tiempo es suficiente para que los malos se estercolen de miedo, después de padecer el correspondiente e inflexible endurecimiento de sanciones. Qué barullo.
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