Lucas Haurie
¡Epa!
Exclaman los vascos casi con cualquier excusa, admiración o repulsa, a modo de saludo o sorpresa, celebración o aliento: ¡Epa! Siglas también de esta Encuesta de Población Activa que cada trimestre dibuja con exactitud, con mayor precisión al menos que los muy maquillados datos del INE y de sus esquejes autonómicos, el cuadro del mercado de trabajo. ¡Epa! Vale también para que los políticos muestren alborozo o decepción, según las cifras que se arrojen los territorios que administran; según, es decir, hayan recetado la obligatoria flexibilidad o se hayan encastillado en la suicida socialdemocracia. ¡Epa!, dice Mariano, que rima con ufano, Rajoy al devolver todos los parámetros a los nada festivos niveles de 2011 (inciso aguafiestas: los salarios se han reducido en proporción directa al incremento de la precariedad). ¡Epa!, lamenta Susana Díaz al comprobar de nuevo que, en efecto, la suya es otra-forma-de-enfrentarse-a-la-crisis si bien resulta notoriamente peor que la que dictan Bruselas y el sentido común. Casi 1,3 millones de desempleados en Andalucía, más del 30% de la población activa, se calcula que la mitad de este paro es estructural... Son datos que bastarían para descalificar a cualquier gobierno, máxime si contravienen la tendencia a la recuperación del resto de España, pero 35 años de régimen del PSOE-A han añadido corrupción sobre la inepcia. Y con recochineo: las dos mayores bolsas de fraude de la administración se hallan en los ERE y los cursos de formación. Ningún político andaluz debería dedicar un segundo de su existencia a nada que no fuese intentar paliar este drama. Pero están demasiado ocupados lampando por un cargo o buscándose un puesto de salida en las listas.
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