María José Navarro
Epistolita
Querido Pablo: Antes de nada, déjame que me presente. Soy la chigarabís de este periódico, es decir, soy, por decirlo de otra manera, el coche escoba. Yo me ocupo de las cosas que sobran o se han puesto malas. De las tontunas que pasan por el mundo, de tal forma que no seré yo la que ose discutir vuestras propuestas electorales (que de momento están más bien como en una nebulosa), pero sí me gustaría comentarte algunos detalles a los que tú seguramente no darás importancia, pero que son evitables y, evitándolos, regateándolos, igual te libras de algún sofocón pasados unos años. Cuando se echa la vista atrás y se contempla cómo era uno de juvenil se pasa mal rato. Por ejemplo: tienes que sentarte mejor cuando vayas a la tele, o sea, tienes que sentarte mejor todo el rato. No es posible ese despatarre, ese escorzo. Que tú puede que estés cómodo, pero se puede ser muy alternativo y guardar un poquito la entrepierna, rey. Otra cosa. El cambio de estrategia con respecto a tu novia no va por buen camino. Antes te ofendías en cuanto te la mentaban y ahora, zas, volantazo. La otra noche te oí decir «esta mañana, mientras desayunábamos, Tania y yo hemos comentado sobre los rumores de nuestra ruptura y nos hemos divertido mucho» y me ha dado así como ternurilla, como un poco de cosica. No hagas eso. Está feo eso de presumir de haber pasado la noche con un pibón. Más. Lo del tic-tac no lo vuelvas a decir. Eso le pega más a González Pons y estoy segura que de no es tu espejo. Y cuídame a Monedero, que soy muy fan. Grandes besos.
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