Lucas Haurie

Eran las 5 de la tarde y no querían ver la sangre sobre la arena

Eran las 5 de la tarde y no querían ver la sangre sobre la arena
Eran las 5 de la tarde y no querían ver la sangre sobre la arenalarazon

Sí que eran las cinco cuando empezó el partido en el Vicente Calderón y en los demás campos de la angustia, la gloria, la puerta-grande-o-enfermeria y el «o-llevarás-luto-por-mí». Las cinco solares, sí, que adelantamos por razones de ahorro energéticos. Las cinco UTC o las cinco GMT, hora taurina por antonomasia a la que tampoco empezaron los festejos de ayer en La Maestranza, Feria de Abril en mayo, ni en Las Ventas, preludio de San Isidro. «Eran las cinco de la tarde», lloró Lorca a Sánchez Mejías en «La cogida y la muerte»; y se tapó los ojos, como muchos aficionados, en «La sangre derramada», la de su amigo Ignacio, torero tan futbolero que llegó a presidir el Betis: «¡Que no quiero verla! (...) ¿Quién me grita que me asome? No me digáis que lo vea», exclamaba el poeta de Granada, cuyo equipo rojiblanco casi se ve en Segunda por haber perdido contra un equipo blanquirrojo y vecino, las eternas riñas fratricidas de España que segaron su vida en el barranco de Víznar. Nadie querría que el Atlético (rojo y blanco, blanco y rojo) perdiese los dos enfrentamientos desiguales que se apresta a dirimir contra sendos tiranos mastodónticos. Las dos «españas» balompédicas animando con una semana de distancia a esa tercera vía que amenaza, ojalá, con quebrar el bipartidismo. Se le está poniendo al Cholo Simeone toda la cara de Rosa Díez o de Cayo Lara. Ojú.