Toros

Carlos Rodríguez Braun

ERC, contra la diversión

La Razón
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Los nacionalistas odian los toros porque odian a España, y la fiesta es una antigua tradición hispanoamericana. Pero su argumento antitaurino se combina a menudo con uno animalista. Es el caso de ERC, que ha presentado en el Congreso de los Diputados un conjunto de medidas «para forzar un debate pormenorizado sobre la tauromaquia en el Pleno con el objetivo de revocar su protección y financiación, acabar con la difusión de corridas en la televisión pública en horario infantil o con la jubilación anticipada de toreros, banderilleros y picadores». El ataque incluye la supresión de las subvenciones europeas a la cría de toros de lidia, la prohibición del uso de caballos, e incluso el instar a la Real Academia de la Lengua para que corrija en las definiciones de tauromaquia o corrida de toros toda relación con la fiesta o el arte.

Su razón para reclamar la eliminación del toreo es que «cada vez son menos los ciudadanos que consideran que la tortura y muerte de un animal es una expresión cultural o de fiesta».

Aparte de la barbaridad jurídica que significa avalar el prohibir una actividad porque haya menos personas que la practican o secundan, nótese la barbaridad moral de emplear en tono condenatorio las palabras «tortura y muerte» cuando se está hablando de un animal. Es un razonamiento falaz y peligroso porque nubla las diferencias entre los animales y los seres humanos.

Pero además hay una barbaridad lógica. Si los políticos de ERC realmente estuvieran en contra del maltrato animal, es del todo evidente que deberían recomendar la imposición generalizada del vegetarianismo (hasta que se compruebe que las plantas «sufren»). Es lógicamente imposible sostener que uno desea prohibir los toros porque son «torturados» en las plazas, y al mismo tiempo aceptar que sean criados con vistas al matadero. Por no hablar de la suerte que corren prácticamente todos los animales que los humanos comemos y que, en algunos casos, cocemos o quemamos vivos antes de hacerlo. Es decir, ERC no está en contra del maltrato animal. Condenan las corridas de todos porque «son espectáculos violentos, donde tras el supuesto arte acrobático o coreográfico de picadores, banderilleros y toreros, se lleva a cabo la tortura de animales con instrumentos de acero cortantes hasta su sangrante muerte con la única finalidad de divertir a los espectadores».

Es por tanto una trampa su discurso sobre la tortura y la muerte de los animales, porque ERC, si de verdad se opusiera a ambas, propondría el cierre de los mataderos. A ERC no le importa nada que a los toros se los mate: lo que le importa es que mueran en una plaza, tras ser lidiados con un viejo arte apreciado desde hace siglos en España y en varios países de América Latina, y que el espectáculo sea disfrutado por ciudadanos libres. No es que no quieran la muerte de los toros. Lo que no quieren es la diversión. Ni la libertad.