Ely del Valle

«Escalas de valores»

Pocas familias han demostrado ser tan eficaces a la hora de acumular denuncias, querellas y expedientes abiertos como el clan Pujol; si acaso los Ruiz-Mateos, que tampoco pueden presumir de andar ligeros de equipaje judicial. En ambos casos parece que la genética ha ido más allá de lo puramente fisiológico para dotar a padres, hijos y hermanos de lo que podríamos denominar «conducta de caja registradora» que consiste básicamente en acumular bienes como si el mañana no existiera y sin pararse a mirar otro pelo más que el propio. En lo que se refiere a los «pujoles» –a los que Rafael Cerro se refiere como «esa gran familia de emprendedores», cuyo lema familiar podría ser perfectamente «que no nos falte de “ná”»– llama la atención la variedad de los delitos en los que presuntamente se habrían visto implicados y que van desde el cohecho al tráfico de influencias, pasando por el delito fiscal, falsedad documental, blanqueo de capitales, prevaricación y malversación de caudales públicos, y eso sin contar con que más pronto que tarde no aparezca alguien que les denuncie por provocar un atasco aún mayor del que ya existe per se en los juzgados y por sobrecargar de trabajo a jueces, abogados y fiscales, que son gremios a los que a este paso van a llevar al colapso por agotamiento. Y todos ellos, amparados por esa gran figura patriarcal de don Jordi al que, mal que nos pese, debemos reconocerle el mérito de no haber hecho distingos a la hora de inculcar sus peculiares escalas de valores a hijos e hijas por igual. Cuando digo «escalas» me refiero a las que –creo que aquí hay que poner el presuntamente– han hecho los «valores» que tan alegremente ha tenido a bien ir desplazando por la ruta de paraísos fiscales toda su prole.