Alfonso Ussía
Eso, Pepe, que lo siento
Mientras una decena de cristianos han muerto en las últimas horas asesinados por la bondadosísima Yihad siria, y una veintena de palestinos fusilados en la calle por los encantadores muchachos de Hamas, una noticia estremecedora ha paralizado al mundo. El fallecimiento por exceso de peso y un alto nivel de colesterol de Pepe el Misionero. El deceso ha tenido lugar en su residencia habitual, el archipiélago de las Galápagos. Pepe no era un misionero franciscano de la misión de San Cristóbal, sino una tortuga gigante centenaria que no cuidaba excesivamente su dieta alimenticia. A pesar de su gula ha alcanzado el siglo de vida y según mis fuentes en el archipiélago ecuatoriano deja bastantes viudas, numerosos hijos, una barbaridad de nietos, centenares de biznietos, tataranietos a manta y un magnífico recuerdo personal por su apacible carácter y su agudo sentido del humor. Se ha bloqueado el correo electrónico del presidente Correa, y una buena parte de la culpa la tienen las asociaciones de ecologistas coñazo y sandía establecidas en España. Se espera la llegada de importantes representaciones del ecologismo mundial para asistir al sepelio de Pepe, que en un principio se proyectó íntimo y privado en la misión franciscana de San Cristóbal. Por desgracia, el entierro será multitudinario, y los franciscanos, que tanto cuidaron a Pepe durante dos decenios, están además de consternados, desbordados completamente. Venezuela y Cuba enviarán representación de altura. Por Cuba, el Comisario Jefe de las Prisiones del Sur, compañero coronel Ramírez Camagüey, y por Venezuela una de las hijas del luminoso líder de la Revolución, el gran camarada fallecido Hugo Chávez. Los dirigentes de Podemos han rehusado acudir al sepelio por celebrarse éste en una misión católica.
Pepe era un quelonio encantador. No son simpáticas, habitualmente, las tortugas. Su aspecto y su expresión están muy reñidos con lo que se entiende por cordialidad. Pero Pepe el Misionero era una criatura excepcional, inteligente y divertida, cuyo único defecto, su afición a los alimentos insanos, le ha llevado a su muerte, no muy prematura, por cierto. Pepe ha entrado a formar parte de la relación de animales ejemplares, como el pulpo Paul, el mochuelo moteado «Almendralejo» –se opuso a que se construyera un cortijo en el caserón que le servía de hogar y nido–, y el pájaro Uyuyui «Tapiró Caroní», que perdió su testículo izquierdo cuando tomaba tierra en los pedregales de Canaima impulsado por una preocupación familiar. Su hijo celebraba el «cumple» y llegaba tarde a la apertura de la piñata.
Gaspar Llamazares –no lo puedo confirmar, se trata de rumores– ha solicitado al Congreso presidir la delegación parlamentaria española que acudirá al entierro del malogrado Pepe. No obstante, en el Congreso le han respondido que no hay presupuesto para ello, y en consecuencia, que tendría que abonar de su propio bolsillo los gastos del desplazamiento y de hospedaje en el archipiélago darwiniano, lo que ha indignado al batallador patricio que en los próximos días tiene previsto acusar al Gobierno de insensible por los recortes presupuestarios en el apartado «Sepelios de Tortugas». Un grupo selecto de militantes de la Asociación feminista «Femen» enseñará las tetas un día de éstos para mostrar su solidaridad con las tortugas gigantes, detalle éste que no puede dejar de emocionarnos a quienes tanto hemos luchado por el bienestar de los quelonios, mucho más importante que el bienestar de las jóvenes raptadas por el terrorismo islámico, que no han tenido el apoyo humano y sentimental de ninguna teta al descubierto.
He visto la imagen terrible del cadáver de un joven palestino colgado cabeza abajo mientras un encantador «combatiente» de Hamas le abre en canal con un cuchillo al tiempo que le acusa de ser amigo de los israelitas. Me ha impresionado, aún más que la imagen, el silencio los defensores de Hamas en España, que en las últimas horas ha disparado contra Israel y asesinado a un niño de cuatro años, pero ese niño no cuenta para nada porque Hamas y sus amigos consideran que a los niños hebreos hay que desearles la misma suerte que les procuraron Hitler y Himmler. Nada de esto merece la pena comentarlo, porque carece de interés. Lo fundamental, lo terrible, lo inconsolable que ha sucedido hoy nos hace dirigir la mirada hacia donde creemos que se ubican las islas Galápagos y llorar con amargura el fallecimiento de la centenaria tortuga conocida por Pepe el Misionero. Del resto, nada de nada. Y de los Pujol, menos aún, que a ver si se enfada la Ferrusola y nos monta el lío. Pues eso, Pepe, que lo siento de verdad. Lo tuyo nos ha dejado lelos. No lo esperábamos. Todavía tengo los pelos en punta y la piel de gallina.
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