Carlos Rodríguez Braun
Especuladores
A propósito del desplome de la cotización de Bankia se ha vuelto a poner la diana en los más antiguos malvados: los especuladores. Cuando hay fenómenos que no gustan a las autoridades, la especulación siempre cumple el papel del mejor amigo del hombre: el chivo expiatorio. Así ha sucedido reiteradamente, porque sirve de excusa perfecta, bien para que las autoridades eludan toda responsabilidad en las cosas malas que padecen sus súbditos, bien para tapar las cosas malas que ellas mismas les perpetran. Un viejo ejemplo es el discurso de Enrique Fuentes Quintana en las vísperas de los Pactos de la Moncloa: aparecen los perversos especuladores (del suelo, que es, junto con la bolsa, el otro clásico de la especulación), y aparece también la señal de que saldremos adelante... pagando más impuestos, claro, que es otro clásico de la política, y que sucedió efectivamente tal como el economista anunciaba (http://goo.gl/HUdC). Con la bolsa pasa lo mismo. Así, cuando las cotizaciones suben, los gobernantes sacan pecho y afirman que el bienestar se debe a su benéfica intervención. Pero cuando bajan, el desplome sólo puede deberse a la acción malévola de los especuladores, en particular, como esta semana, los peores de todos: los vendedores a corto, que inmediatamente suscitan la alarma e intervención de la CNMV, que, aquí como en todos los demás países del mundo, realmente jamás ha protegido a los inversores de ninguna contrariedad (la condena furibunda hacia esos vendedores carece de justificación; véase «Cantillon y la hostilidad hacia los short sellers», Panfletos Liberales III, Madrid, LID Editorial, 2013). Basta ver la agitada historia de Bankia, y la acusada intervención en la misma por parte de políticos y sindicalistas de toda suerte y condición, para concluir que lo mínimo que puede ocurrir, ante la incertidumbre que rodea a la entidad, es que haya gente que piense que igual su cotización no ha caído tanto como podría hacerlo en el futuro más inmediato, y obre en consecuencia. En vez de tronar contra la especulación, el pensamiento único podría dedicar un minuto a pensar en quienes la han estado y están promoviendo.
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