Ángela Vallvey

Estado, nación...

¿Sufre España una crisis (también) de identidad? ¿Cabe preguntarse «qué es España»...? ¿Es un Estado Nación, un estado plurinacional...? Zapatero, que tan buen ex presidente ha resultado ser, reconoció hace poco que debería haberse callado cuando soltó aquello de que «la nación es un concepto discutido y discutible» porque eso es algo que puede decir, en un aula, un profesor universitario, pero que no queda muy aparente en una Cámara parlamentaria y en boca de un presidente de Gobierno. Con su inolvidable cita, el ex presidente puso, sin embargo, de relieve la hipóstasis conceptual en la que históricamente vive España: una España que es una y trina, que es Estado-Nación y «nación de naciones» (¡ejem!), y grupo desapegado y poco entusiasta de «singularidades» algunas de las cuales aspiran a eso que tan solemnemente se ha dado en llamar «el derecho a la autodeterminación de los pueblos». Un derecho basado en «lenguaje, tradición y cultura comunes», y por lo tanto absolutamente opuesto a lo que debería ser un Estado plurinacional, multiétnico, enriquecido con diversas culturas..., o sea: un derecho a la autodeterminación que se proclama justo lo contrario a lo que siempre se había entendido como un Estado moderno. Pero el Estado moderno ha experimentado un verdadero auge y ocaso al vez, hasta el punto de que, en 2012, ya tenemos casi 200 (según la ONU); el propio secretario general de la ONU hizo un informe que presentó a la Asamblea General a mediados de los años 90, sugiriendo alarmado que, si el planeta seguía fragmentándose a ese ritmo, en el siglo XXI alcanzaríamos la cifra de 400. El Estado multinacional y los restos del mundo colonial han cambiado la faz de la tierra aumentando las fronteras justo ahora, cuando la globalización se las salta alegremente.

(Tanto esfuerzo, ¿para qué? Pregunto).